El “impostor” producto potencial

El “impostor” producto potencial

Los que leyeron mi artículo anterior comprenderán lo difícil que resulta lograr y mantener en el tiempo el punto de demanda efectiva de pleno empleo, con el manejo de la demanda agregada utilizando las políticas fiscal y monetaria.

El método de las políticas ortodoxas es de “cerrar la brecha de demanda” entre el producto potencial y el producto real. La supuesta tasa de crecimiento del producto potencial sería aquella en que la inflación es baja y estable, aun existiendo desempleo involuntario. En la política monetaria de metas de inflación, una vez alcanzada la meta, la tasa de desempleo existente es la tasa natural que corresponde al producto potencial.

Keynes consideraba el producto potencial como una medida totalmente inadecuada para medir el nivel de pleno empleo. Lo llamó un impostor. Comentando el trabajo de Colin Clark sobre estimaciones del nivel de demanda potencial, planteó que era imposible calcular dichos estimados para un periodo de tiempo, ya que dependen de “consideraciones técnicas y del carácter preciso del tipo de planta en uso” y que lo máximo que podía lograrse era una “instantánea por un periodo brevísimo”. Como lo que le preocupaba era cerrar la brecha de la demanda de empleo, lo que le interesaba era saber el número de desempleados y, partiendo de los datos, fijar una meta de demanda de empleo en términos del gasto de inversión presupuestal. Su método era crear programas para resolver el problema del desempleo “ahí y ahora”. Desconfiaba de métodos indirectos de manejo de la demanda de consumo e inversión privada en los períodos de depresión. Esto así, debido a su escasa eficiencia en términos de poder absorber el total de desempleados, además que entendía que eran insostenibles en el largo plazo. Las razones derivaban de la incertidumbre, que explicaban la volatilidad de la inversión privada, por su dependencia de las expectativas. Igual pasa, aunque menos frecuente, con los cambios de la propensión a consumir, que generalmente se movían en la misma dirección del ciclo económico.

Otro problema del uso de las políticas de manejo de la demanda agregada es que, debido a la estructura de la producción, al subir la demanda surgen presiones inflacionarias antes de lograrse el nivel de pleno empleo por las diferencias en la elasticidad empleo de la producción en distintas ramas de actividad económica. Esto implica que un incremento inducido de la demanda puede repartirse entre un aumento del empleo y un aumento de los precios. Situación que conduce a la justificación de políticas ortodoxas de contracción, ya sea vía aumento de la tasa de interés o recortes del gasto presupuestal.

Otra dificultad del manejo indirecto de la demanda, especialmente en tiempos de mucha incertidumbre, es que un aumento de la demanda inducida puede ir a parar mayormente a un incremento de las tenencias privadas de activos líquidos, en lugar de ir a elevar el gasto que induzca a la producción y el empleo. En el próximo artículo veremos las soluciones propuestas por Keynes.

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