El “jarrierito” de García Pascal

El “jarrierito” de García Pascal

Le tocó el turno a José R. García Pascal (Puchito). Fue en el período escolar 1948-1949. En un aula de la escuela normal de varones, Santo Domingo.

El aula quedaba al final del segundo pasillo, lado sur del edificio, cerca del enverjado. Recuerdo que allí estábamos Marino Piantini, Virgilio Balcácer (Villo), Nicanor Pichardo, Fersobe Jarum, el chino Ben José Castillo González, Castillo Silva, a quien apodábamos el conejo (coelho, en portugués), en el tercer año de los estudios secundarios. El profesor de ese idioma era un español, de apellido Clués, refugiado de la Guerra Civil española. Dictaba la materia en el primer año del bachillerato.

Fueron años duros de la dictadura. Una situación especialísima dentro de la cual todos nos comunicábamos, pero nadie habló nunca. Hubo buenas jornadas para las letras: Abel Fernández Mejía, Franklin Domínguez, Máximo Avilés Blonda, Darío Bencosme Báez, Rafael Lara Cintrón…

Arévalo Cedeño Valdez, higüeyano, declamaba. También escribía. Yo le seguía los pasos. Recuerdo que en una de esas tareas líricas, declamé, en el auditorio sin butacas del liceo, un vibrante y bien logrado poema intitulado “Alegrías del mar” del uruguayo Carlos Sabat Encasty.

Teníamos como profesor un árabe-haitiano, cuyo nombre no olvido: Fred K. Bitar. Nos entrenaba en francés que, realmente, dominaba muy bien.

Llegó a publicar un texto para el aprendizaje de dicho idioma. Sé que Bitar era de origen árabe. Pero no sé si nació en Haití o si fue que esa formación la trajo a esa  hermana nación. Con eso de la poesía me alcanzaron dos creaciones francesas.

El  profesor Bitar me preparó para decirlas en el auditorio de la escuela, en fechas memorables del país.

Esto de la recitación y el poema del uruguayo, que ya mencioné, fue para que mis compañeros aprovecharan cada vez que se aparecían por los  “jardines” del frente del plantel, vendedores del “desaparecido” dulce llamado “alegría”, me señalaban, y en su broma, decían al vendedor que yo era aficionado a esa golosina, elaborada con “ajonjolí y melao”

Metidos de nuevo en el aula, nos tocó, en su oportunidad, la clase de francés con el maestro Bitar. Él mismo llamaba al frente, cerca de la pizarra, por si había necesidad de escribir. Pasaron varios, con exposiciones que, cuando no estaban claras, el profesor iba ayudando al alumno.

Le tocó el turno a Puchito, hoy ingeniero José Rafael García Pascal. (Ahora reside en Boston. Se gana la vida como docente). El maestro le hizo preguntas que Puchito contestó muy bien.

Entre las últimas, el doctor Bitar le guardó algunos para saber si era verdad que el alumno había estudiado el capítulo asignado para la fecha.

Antepenúltima pregunta: ¿Cómo se dice “ratón” en francés? Fue bien contestada.

Penúltima pregunta: ¿Cómo se dice rata? Exactamente bien contestada.

La última, con un brazo en alto, el maestro: Dígame ahora cómo se dice ratoncito en francés.

El alumno paseó su mirada por toda el aula buscando complicidad. Había una gran expectación. Todos anhelábamos el acierto del compañero.  Puchito bajó la cabeza con timidez, con resignación, para sólo levantarla y mirar al maestro, al tiempo de decir:

-Bueno…, yo sólo sé que aquí le decimos “jarrierito”.

El aula explotó de la risa. El alumno se refugió en su asiento, prestamente. Mientras el profesor se quedó admirado por la ocurrencia del estudiante, como pensando si ese fuera un dominicanismo que aún él no conocía.

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