La temporada de huracanes tropicales tiene un periodo muy bien definido de la ocurrencia de la mayoría de esos fenómenos, que es de mediados de agosto hasta el mismo periodo en octubre. Son dos meses que la angustia se apodera de los habitantes de las islas del Caribe, que ven destruirse sus propiedades y cientos de calamidades afectan sus vidas.
Los dominicanos tenemos una peculiar relación con esos fenómenos naturales. Por lo general, su ocurrencia coincide con la instauración de una nueva administración, y la Madre Naturaleza los somete a una dura prueba para poder levantarse de los escombros e iniciar de nuevo las cotidianidades de la vida.
En el pasado siglo XX tuvimos varios casos de huracanes que cayeron sobre la isla, con poco tiempo transcurrido de la inauguración de nuevos gobiernos, que habían sido electos, con mañas o sin mañas criollas, para dirigir los destinos nacionales.
Así tenemos que, el 3 de septiembre de 1930, el ciclón de San Zenón azotó a la capital, destruyéndola casi por completo, y el futuro dictador, Trujillo, tenía solamente 15 días en el ejercicio del poder.
El 29 de septiembre de 1966, la península de Barahona, y por consiguiente el país, fue azotado por el severo huracán Inés, en momentos que el presidente de turno Joaquín Balaguer tenía menos de tres meses en el poder. El doctor Balaguer se había juramentado como presidente constitucional el primero de julio de ese año.
El 31 de agosto de 1979, el país fue devastado por el huracán David, seguido días más tarde por la tormenta Federico, ocasionando severos daños a la infraestructura nacional, a la agricultura y produjo decenas de muertos y cuantiosas pérdidas materiales. Don Antonio Guzmán había cumplido el 16 de agosto de ese año su primer aniversario de ejercicio en el poder, caracterizado por las medidas de adecentamiento moral y desarticulación de los enclaves de poder militar que atemorizaban al país.
El Triunvirato se estrenó con el huracán Flora el 3 de octubre de 1963, que produjo grandes inundaciones con su secuela de muertos y el ya tradicional corte de la carretera de Baní a Azua, cuando el río Ocoa se llevó los aproches del puente existente.
En el periodo perredeísta del doctor Salvador Jorge Blanco también fue bautizado por un huracán, en esa ocasión la tormenta Derby, ocasionando ligeros daños en la costa norte del país.
El Doctor Balaguer, en su retorno al poder en 1986, fue sacudido por el huracán Emily, de curiosa trayectoria elíptica, acarreando grandes cantidades de lluvia. El doctor Leonel Fernández, en su primer periodo de gobierno, sufrió los embates del huracán Hortense, pero su bautismo le llegó con el huracán George, que el 22 de septiembre de 1998 atravesó la isla de este a oeste, ocasionando cuantiosos daños y pérdidas económicas de envergadura, en particular en la provincia de San Juan.
La naturaleza perdonó al país, y no le hizo ningún regalo de envergadura en el período 2000-2004, ya que estuvo azotado por un huracán blanco de nefastas consecuencias para la economía.
Ahora le ha tocado el turno al presidente Danilo Medina, que apenas con una semana en el poder, fue sacudido por el paso de la tormenta Isaac, que con su secuela de una gran masa nubosa y fuertes vientos, depositó en el suelo dominicano una voluminosa cantidad de agua.