El “sí quiero” del príncipe Felipe y Letizia Ortiz

El “sí quiero”  del príncipe Felipe y Letizia Ortiz

Con un “Sí, estamos decididos”, respondieron los novios al cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, oficiante de la ceremonia, cuando éste les preguntó: “¿estáis decididos a amaros y respetaros durante toda la vida?”.

“Yo, Felipe, te recibo a ti, Letizia, como esposa y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida”, dijo el heredero español, tomando las manos de su ahora esposa, quien repitió la misma fórmula, la más extensa del rito católico.

El heredero de la Corona, vestido en uniforme de gran gala del Ejército de Tierra, del cual es comandante, había llegado a la catedral poco antes de las 11H00 locales (09H00 GMT) atravesando a pie el Patio de la Armería desde el Palacio Real con su madre, la reina Sofía, bajo una lluvia incesante, mientras repicaban las cinco campanas de la Almudena.

Veinte minutos después y debido a la lluvia, la novia, llegaba en un Rolls Royce negro acompañada por su padre, sus damas de honor y seis pajes, sobrinos de los contrayentes.

Letizia ingresó al templo del brazo de su padre y padrino, Jesús Ortiz, mientras sonaban los acordes del “Concierto para órgano opus 7 nº3” de Haendel.

[b]En el altar la esperaba un elegante príncipe Felipe[/b]

Los novios permanecieron casi toda la ceremonia con el rostro serio, poca emoción, algunas sonrisas y miradas cómplices, pero sin lágrimas, como les ocurrió hace una semana al príncipe Federico de Dinamarca y Mary Donaldson, cuando se casaron en Copenhague.

Una quincena de jefes de Estado y de gobierno y los representantes de unas 30 casas reales figuraban entre los más de 1.600 invitados que comenzaron a llegar al templo dos horas antes de la ceremonia.

[b]Casas Reales, mandatarios y notables presentes[/b]

Los presidentes de Nicaragua, Enrique Bolaños, de Ecuador, Lucio Gutiérrez, de Panamá, Mireya Moscoso, de El Salvador, Francisco Flores, y de Colombia, Alvaro Uribe. Siete primeras damas latinoamericanas también asistían a la boda, algunas en representación de sus maridos.

Representantes de las casas reales de Noruega, Holanda, Bélgica, Gran Bretaña, Jordania, Mónaco, Suecia, Japón y Dinamarca, entre otras, estaban en el templo, donde las damas vestidas de corto, como manda el protocolo, lucían colores pasteles y finas telas, generalmente a tono con pamelas o tocados.

Entre los invitados también figuraban el escritor peruano Mario Vargas Llosa, el ex presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Juan Antonio Samaranch, el tenor Plácido Domingo, el cantante Miguel Bosé, el astronauta Pedro Duque, el propio Pertegaz y el presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, Felipe González y José María Aznar.

El ex presidente sudafricano Nelson Mandela y el presidente del Banco Mundial James Wolfensohn, se encontraban asimismo en la Almudena.

La ceremonia, que duró una hora y cuarto, concluyó con el Aleluya de Haendel, interpretada por el Coro Nacional y la Orquesta de Radio Televisión Española.

[b]Despliegue de seguridad[/b]

Unos 17.700 policías nacionales y guardias civiles, además de unos 200 tiradores de élite, forman parte del impresionante dispositivo de seguridad desplegado con motivo de la boda real, reforzado tras los atentados del 11 de marzo en Madrid que dejaron 191 muertos. El espacio aéreo de Madrid permaneció cerrado hasta las 20H00 locales de hoy domingo.

Los novios regresaron luego al Palacio Real, donde se sirvió el banquete nupcial, pero antes salieron a uno de sus balcones desde donde saludaron a los madrileños que se congregaron en el lugar. Después de unos minutos, se le unieron en el saludo el rey Juan Carlos y la reina Sofía así como las infantas Elena y Cristina con sus respectivos maridos.

Los padres de la contrayente también aparecieron en el balcón real.

[b]En un Rolls Royce blindado[/b]

Mientras volvían a repicar las campanas de la Almudena, en celebración de la boda del siglo en España, los novios salieron del brazo y subieron a un Rolls Royce rumbo al Palacio Real, a unos 50 metros, atravesando el Patio de la Armería, donde se congregaron varios cientos de personas.

A bordo de un Rolls Royce Phantom acondicionado con una cabina de vidrio blindada y escoltado por guardias reales en motos, los novios iniciaron un recorrido de siete kilómetros entre la catedral de la Almudena de la Basílica de Nuestra Señora de Atocha, protectora de la familia real desde 1643, donde la ya princesa de Asturias ofreció su ramo a la Virgen.

El itinerario, a lo largo del cual había más policías y periodistas que gente, incluyó las más emblemáticas vías de Madrid, engalanadas desde hace varios días con estandartes, banderolas y flores en rosa, plata, amarillo y blanco.

Miles de madrileños aguardaron durante varias horas el paso del cortejo nupcial por la Gran Vía, la Calle de Alcalá y el Paseo del Prado, aunque muy por debajo del millón y medio esperado por los organizadores. Debido al mal tiempo, muchos prefirieron seguir la ceremonia por televisión, como los 1.200 millones de espectadores previstos en todo el mundo.

[b]Un traje de novia de inspiración Princesa[/b]

La ya Princesa de Asturias lució un traje de novia de inspiración Princesa en color blanco roto, con cuello “corola”, escote en pico, manga larga acampanada y una cola bordada de 4,5 metros de largo.

El secreto mejor guardado de la Boda Real, se desveló por fin pasadas las 11H00 locales (09H00 GMT), cuando la novia se bajó del Rolls Royce negro que, debido al intenso aguacero que caía sobre Madrid, la trasladó a la Catedral de la Almudena desde el contiguo Palacio Real.

Doña Letizia llevaba el pelo recogido y cubierto con un manto nupcial triangular de tul bordado de flores de lis y espigas de tres metros de largo, regalo del príncipe. Este iba sujeto por la diadema de estilo imperio de platino y brillantes que su suegra, la reina Sofía, lució en Atenas el día de su boda en 1962.

De apariencia sencilla y regios bordados, el histórico vestido, diseñado por el veterano Manuel Pertegaz, era un modelo inspirado en línea Princesa, de corte continuado desde los hombros hasta el suelo, con la parte superior ceñida al cuerpo que se abría suavemente a partir del talle.

Una larga cola, con un impresionante bordado alegórico de motivos heráldicos, prolongaba a partir de las caderas del traje más esperado de la historia de España.

El traje, en cuya confección se emplearon unos 18 metros de faya de seda natural tramada con hilos de plata creada por la firma valenciana Rafael Catalá, llevaba adornos bordados en hilo de plata y oro en el escote, el cuello, las manoplas de las mangas, la parte delantera y el bajo de la falda.

[b]Aretes de platino y diamantes[/b]

Completaban el conjunto unos aretes de platino con diez diamantes, regalo de los monarcas españoles, un pañuelo de organza de algodón bordado y un abanico de inspiración veneciana del siglo XIX, elegido personalmente por la novia en homenaje a la ciudad de Madrid.

Los zapatos, forrados con la misma tela exclusiva del vestido, eran cerrados y muy puntiagudos, y con tacones muy altos para compensar la diferencia de estatura con el príncipe de Asturias, que mide 1,97 centímetros.

El ramo de novia, que la flamante princesa de Asturias iba a ofrecer a continuación a la Nuestra Señora de Atocha, protectora de la familia real, tenía forma de cascada y estaba compuesto por lirios, emblema de los Borbones, rosas, azahar y espigas de trigo, símbolo de fecundidad, esperanza y alegría. (Agencias)

[b]Por dentro[/b]

•Un beso “soso”. El esperado beso en el balcón, tradición de otros herederos europeos, no llenó las expectativas de los miles espectadores, ya que resultó de lo más casto: ¡en la mejilla!, y con sorprendente timidez.

•Ella, fría; El, nervioso. A juicio de algunos presentes, la novia lucía bien enseñada, aunque algo fría y distante. En tanto, el príncipe se notaba nervioso, sincero y “muy enamorado”.

•En carro hasta La Almudena. El fuerte aguacero que arreció durante el enlace empañó algunos momentos significativos. Por ejemplo, estaba previsto inicialmente que la Princesa de Asturias hiciera a pie el recorrido entre el Palacio Real y el templo, como había hecho el resto de la comitiva. En cambio, Litizia tuvo que llegar en un Rolls Royce hasta la misma puerta de la Catedral de La Almudena.

•“Metió la pata”. Al bajar del Rolls, la Princesa Letizia tuvo que poner el pie, ¡en un charco!, porque a esas alturas la alfombra roja estaba completamente empapada. Ojalá, que la diseñadora del fino calzado, Pura López, haya previsto la posibilidad de que su creación se mojara con agua lluvia.

•¡Señor, ten piedad!. Minutos antes de iniciar la ceremonia, el Rey miró hacia el cielo con gesto de preocupación, y poco después la Reina, cuando ya se acercaba con el Príncipe a la puerta de la Almudena, tuvo que ser auxiliada por un asistente con un paraguas.

Ya en el altar, el traje del Príncipe, se vio brillar, a causa de las gotas que lo habían mojado.

•Una patada que pasará a la historia. A Froilán, el hijo mayor de la Infanta Elena y Jaime de Marichalar, le picó más la maldad propia de su condición de niño, que las exigencias protocolares de la realeza, cuando en un momento determinado optó por abandonar el sitio donde estaba ubicado para lanzarle una patada a otro de los pajes, regresando raudo a sentarse, disfrutando con una amplia sonrisa de la travesura.

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