El 16 por ciento

El 16 por ciento

Conversaba con el sabio monseñor Francisco José Arnáiz y le digo mi fórmula matemática sobre la humanidad.

¿En qué consiste? Es fácil.

Jesucristo, hijo de Dios, vino al mundo a mostrar y demostrar qué se debe hacer, cómo se puede vivir de manera digna y, también, que hay que castigar a los farsantes.

En el carnaval de la vida, hay un momento en que todos nos quitamos las caretas, aunque algunos las mantengan durante toda la vida, como si toda la vida fuera un carnaval.

Monseñor, inquieto por mi interpretación matemática de la conducta humana me anima a que acabe, de una buena vez, que explique cuál es mi fórmula.

Le digo que muy sencilla: el dieciséis por ciento de la humanidad es de dudosa conducta moral.

Monseñor me pregunta que de dónde saco tal conclusión, entre otras cosas, por la precisión del 16 por ciento.

Le recuerdo que Jesús, quintaesencia de la humanidad, por su condición de hijo mayor de Dios, escogió, seleccionó a doce hombres para que fueran sus primeros discípulos, para que fueran los primeros en conocer de primera mano todo lo que el Señor quiere para todos.

Le recuerdo que Jesús no buscó entre los más ilustrados, entre los de mayor poder adquisitivo, Jesús buscó hombres sencillos, del común, como es la mayoría y dispuso que fueran esos hombres quienes hicieran conocer el mensaje divino.

Ante la mirada inquisitiva de monseñor Arnáiz concluyo con una simple regla de tres: si 12 discípulos representan el cien por ciento de la humanidad y uno lo traicionó y el otro tuvo dudas de su fe, cada uno de ellos representa un ocho por ciento, ello significa, le dije al respetado personaje, que el 16 por ciento de la humanidad no es confiable, puesto que falla  en el momento de la verdad, cuando se requiere de reciedumbre moral.

Cuando Cristo anduvo por el  mundo había, como hoy y como siempre, vagos, ladrones, criminales, estupradores, violadores de honras, traidores.

Quienes tenemos la preocupación de estudiar la historia, de profundizar en sus enseñanzas, conocemos de siempre, por lecturas y observación, que podemos vivir tranquilos porque sabemos que en este mundo, el que menos corre vuela.

En la vida no hay sorpresas en la conducta humana, hay actuaciones deslucidas, acciones malsanas, silencios culpables,  ejercicios de simulación que permiten, a corto plazo, recordar que el hablador y el cojo son fáciles de descubrir.

En la hora decisiva, en la hora de las definiciones, algunos tendrán que enfrentarse a su propia conciencia y determinar con sus acciones si pertenecen al 16 por ciento de traidores y cobardes que tiene la humanidad.

A quien le sirva el flux que se lo ponga.

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