Sí, señoras y señores, el 2023 ya huele a viejo. Se nos va el año pero nos deja una serie de lecciones aprendidas que creo relevante compartir con ustedes.
En sentido general, este 2023 fue un año complejo, dado que lejos de una característica particular, estuvo, por el contrario, matizado por factores diversos.
Al ser un año preelectoral, el elemento político lo marcó mucho. El proselitismo a destiempo, así como las mudanzas constantes de casas partidarias, nos mantuvieron entre molestos, indignados, cansados y hasta, en algunos momentos, entretenidos.
Lo cierto es que quedó evidenciado, y he aquí una de las primeras lecciones que nos deja el 2023, que no es suficiente contar con leyes actualizadas como la Ley de Partidos Políticos y la de Régimen Electoral, porque, sin voluntad política de la clase política, valga la redundancia, las leyes quedan en letras muertas. Campaña a destiempo hubo a borbotones y aquí no pasó nada.
En el aspecto social, el 2023 fue un año perdido. Las movilizaciones concentradas y masivas brillaron por su ausencia, porque más allá de gremios como el Colegio Médico Dominicano y la Asociación de Profesores, las calles y plazas lucieron, en su gran mayoría vacías, confirmando la ruptura de una tendencia que venía en ascenso en relación a la movilización social.
¿Qué pasó? ¿Faltaron causas, líderes, articulación o todas las anteriores? La respuesta es digna de otro artículo, pero en este dejo constancia de ese vacío.
Precisamente, este factor sirve de introito a la siguiente lección y a la tercera característica del 2023: la parálisis institucional en términos de reformas importantes.
¿Ustedes recuerdan aquella agenda ambiciosa de 13 reformas que propuso el presidente Luis Abinader y que comenzaron a discutirse en el seno del Consejo Económico y Social CES? La implementación de esas propuestas, más una extensa lista relacionada, hay que sincerarse y decirlo, a problemas estructurales, brillaron por su ausencia este año, porque la cultura política tradicional dictaba sería así por ser un año preelectoral, en el que a los mandatarios no les gusta mucho hacer cambios que pudieran representar algún costo político.
Aquí radica entonces la tercera lección y es la confirmación de que, sin movilización social, sin movimientos sociales el país no avanza, o avanza muy poco, porque las primeras dos décadas de este siglo han demostrado que allí donde radica el fermento social se constituyen vanguardias de procesos de cambios vitales para el país, tales como los ocurridos en el pasado con la protección de las áreas protegidas, la calidad educativa y la lucha contra la corrupción y la impunidad.
Finalmente, pero no menos importante, el 2023 fue el año de los fenómenos atmosféricos y de las tragedias. La sequía récord de principios de año y luego el exceso de lluvias que dejó un saldo de unas 40 personas muertas, es un indicativo de que a la agenda de prioridades nacionales deben entrar ya temas como un buen sistema de drenaje pluvial, así como el aumento de recursos y una mejor logística para lidiar con estos imprevistos que, dado el cambio climático, llegaron para quedarse.
En fin, que el 2023 fue un año que nos recordó que somos humanos y que, como tales, nada humano nos debe ser ajeno, incluyendo las luces, sombras y transformaciones.