El 2024 y el padre de todos los retos

El 2024 y el padre de todos los retos

Millizen Uribe

Los inicios de año siempre son propicios para hacer perspectivas, planes y enlistar retos. Si extrapolamos esta dinámica individual a un ejercicio colectivo como país encontraríamos que el 2024 trae consigo el padre de todos los retos.

Y es que marcando el calendario electoral el 18 de febrero para las elecciones municipales y el 19 de mayo para las presidenciales y legislativas, el 2024 es, sobre todo, un año electoral, lo que genera un conjunto amplísimo de retos.

Iniciemos por la necesidad de que las elecciones transcurran en orden y que sus resultados sean diáfanos y aceptados por todos, factor aún más relevante considerando que en las elecciones pasadas hubo una suspensión que pudo haber evolucionado de una crisis electoral a una política y social.

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Afortunadamente, actualmente hay buenos niveles de confianza en las autoridades electorales, tanto en el Tribunal Superior Electoral como en la Junta Central Electoral. Esta última ha hecho un trabajo administrativo brillante en lo que respecta a la conformación, con mucha antelación, de los colegios electorales, el voto en el exterior y la actualización del padrón, entre otros temas. No obstante, las aprehensiones están en la falta de regulación efectiva de la precampaña, período en el que la mayoría de los partidos políticos hicieron lo que se les vino en gana y el riesgo de que se repita en la campaña.

Este último elemento, conjuntamente con la frontera entre las actividades gubernamentales oficialistas y las proselitistas electorales, así como el deseo de transparencia y el no uso de recursos del narcotráfico ni del lavado de activos en la campaña electoral, siguen siendo grandes retos.

Ahora bien, el reto principal está supeditado a la aceptación de los resultados, sean cuales fueran, porque esto permitirá el mantenimiento de la estabilidad política que posee República Dominicana, una de sus principales ventajas al compararse con otros países de la región y su principal atractivo para la inversión extranjera o el turismo.

Superado ese, que es el padre de todos los retos, podremos entonces entrar en una larga lista de pendientes que van, desde una buena reforma sanitaria que implique aumento de cobertura y atención primaria, y disminuya el costo de los medicamentos y el copago; hasta la organización del caos del tránsito que provoca en accidentes unas tres mil muertes al año; incluyendo también una reforma económica que aumente la cantidad de personas que participen de la economía formal, eleve los salarios y disminuya la desigualdad social.

Además, habrá que seguir trabajando la reforma policial para mejorar los niveles de seguridad ciudadana; avanzar en la calidad educativa; resolver de una vez y por todas los problemas del sector eléctrico; prepararnos más y mejor para los fenómenos meteorológicos y aumentar la garantía de derechos de jóvenes, mujeres, niños, niñas, migrantes y ciudadanía en general.

Sin embargo, la cultura política dominicana dicta que en los años electorales no se hacen reformas estructurales dado que algunas de ellas pudieran tener algún costo político. Esto nos lleva justo a donde empezamos: el principal reto del 2024 es salir bien como país de los procesos electorales. Después de ahí tenemos pendiente un “conversao” colectivo como nación sobre las reformas estructurales a las que no se les puede dar más largas, aunque algunas personas no estén listas para esta conversación.

Millizen Uribe

Millizen Uribe

Periodista. Editora del Periódico HOY Digital