R. A. FONT BERNARD
Todos los historiadores concuerdan en la apreciación de que los gobernadores enviados a Cuba por los Estados Unidos de América, en los primeros cuatro años del recién pasado siglo XX, fueron activos auspiciadores de la corrupción administrativa en la isla. Entre éstos, Charles Magoon no fue personalmente corrupto, pero fue excesivamente indulgente con los políticos criollos que se beneficiaban de la actividad política. Uno de éstos, el Presidente de la República, General José Miguel Gómez, fue el autor de la frase que ilustra el grado de involución moral de la época: Tiburón se baña pero salpica.
Antes de ser retirado de la isla el General Magoon, gobernador de la segunda intervención norteamericana, consignó una considerable cantidad de contratos y concesiones, que beneficiaban a empresas de los Estados Unidos, entre éstas una propiedad de un hermano del presidente William Taft.
Al celebrarse las prometidas elecciones municipales y presidenciales, fijadas para el 14 de febrero del 1908, resultó electo para la jefatura del Estado el General Gómez, veterano de la Guerra de la Independencia, iniciada el 1895. En el curso de ese año, las estadísticas oficiales revelaron que la isla estaba poblada por dos millones de habitantes, de los que aproximadamente doscientos mil vivían en La Habana. Funcionaban en esta ciudad cinco teatros, en los que además de los actores y cantantes de la justificada fama de Sarah Bernhard, Adelina Pati y la Tetrazini, actuaban norteamericanos, cuya presencia era muy notable en el área de los negocios, señaladamente en la industria azucarera. Y de conformidad con las imposiciones de la Enmienda Platt, que mediatizaba la independencia de la isla, los Estados Unidos establecieron una base naval en la Bahía de Guantánamo, con un arrendamiento por noventa y nueve años, con un pago de dos mil dólares anuales.
El general Gómez fue sucedido en el ejercicio de la Presidencia de la República por otro veterano de la Guerra de la Independencia, el general Mario García Menocal, un testaferro de los intereses azucareros norteamericanos en la isla, y a la vez propietario de uno de los principales molinos productores de ese producto. El general García Menocal fue sustituido por el doctor Alfredo Zayas, y éste a la vez por el general Garardo Machado, todos beneficiarios de las progresivas inversiones financieras norteamericanas en la isla, y todos disfrutantes de la etapa de prosperidad económica, popularmente conocida como La Chambelona.
El 13 de agosto del 1933, el presidente Machado fue depuesto por una huelga general, en cuyo éxito tuvo una activa participación el designado por el Presidente Roosevelt, mediador en la crisis cubana, señor Summer Welles, quien ya había actuado en nuestro país, en las mismas funciones, desde el año 1922. El presidente Machado había sido declarado por Washington persona no grata, por la manera expeditiva como había reprimido la oposición de los sectores estudiantiles. Se le sindicaba como el autor intelectual del asesinato del líder estudiantil Juan Antonio Mella, mientras vivía exiliado en México.
El 4 de septiembre del 1933, como secuela de la caída del gobierno del general Machado, se produjo la llamada revolución de los sargentos, de la que emergió como máximo líder un sargento llamado Batista, conforme fue divulgado a nivel mundial por el periodista norteamericano Edmund Chester, entonces corresponsal del periódico Times en La Habana.
Y en una secuencia de combinaciones, dirigidas desde Washington, la fórmula para suceder democráticamente al general Machado fracasó, porque la misma, como sucedió luego en nuestro país con la Unión Cívica Nacional, estuvo dirigida hacia la selección de un ciudadano ejemplar, que lo fue inicialmente Carlos Manuel de Céspedes, ex embajador en los Estados Unidos, e hijo del patriota del mismo nombre, sobresaliente en la guerra de la independencia de la isla.
Entretanto, el desorden seudorevolucionario se había entronizado en el país, al punto de que el Partido Comunista enarboló la bandera roja en varios ingenios azucareros, propiedades de empresas norteamericanas. Los prohombres de la actividad política, en particular los que se habían distinguido como opositores a la dictadura del General Machado, se acercaron al procónsul Summer Wells, para significarle que la única posibilidad de evitar una nueva intervención en la isla, como la del año 1902, estaba reservada a la constitución de un gobierno de unidad nacional. Y fue en ese estado de indefinición cuando el sargento Batista, se ascendió a si mismo al grado de Coronel por méritos de guerra y servicios excepcionales al país, promoviendo a la vez a los más destacados sargentos, al grado de capitán.
En una reunión celebrada entre el coronel Batista y el Mediador Wells, éste telegrafió a Washington el 4 de octubre, con la información de que el coronel es la única persona en Cuba, que representa la autoridad. Y a su vez, la Revista Bohemia, precisó editorialmente, que en Cuba hay una voz diferente a las demás, ésta es la voz de las ametralladoras de Batista. De tal manera, el Sargento Batista entró en la historia de Cuba, la que dominó durante veinticinco años. Como taquígrafo en los Consejos de Guerra, en el gobierno del general Machado, pudo percatarse de las intimidades de los movimientos revolucionarios estudiantiles, lo que explica su protagonismo en la etapa siguiente a la caída de la dictadura.
Como el amo del poder, apoyado por Washington en beneficio de sus intereses empresariales en la isla, el coronel Batista impuso como Presidente de la República al coronel Mendieta, un veterano de la Guerra de la Independencia. Y en las elecciones celebradas en el año 1944, en las que fue apoyado por el Partido Comunista, accedió a la jefatura del Estado. El año anterior se había iniciado la II Guerra Mundial, y consiguientemente, los Estados Unidos afianzaron su dominio sobre la economía cubana.
Batista fue sucedido por el doctor Ramón Grau San Martín y el doctor Carlos Prío Socarrás sucesivamente. Y el 10 de marzo del 1952 retornó al poder, mediante una audaz insurrección militar que derrocó al doctor Prío.
Lamentablemente para Cuba, ninguno de los jefes del Estado, hasta el año 1959, se constituyeron en herederos espirituales o políticos del Apóstol, José Martí, para quien, conforme lo sentenció La Patria es ara, no pedestal.
Cuando la Revolución del 26 de Julio llegó a La Habana, al finalizar el año 1959, todas las grandes empresas del país, entre éstas cincuenta y siete de los mayores centrales azucareros, así como las minas de hierro, cobre, bauxita, pertenecían a los intereses norteamericanos. Inclusive, la Cubana de Aviación pertenecía en un 60% a la Panamerican.
En el año 1959 la ciudad de La Habana era un enorme burdel, que inclusive se extendía hasta los barrios residenciales. Y en sus treinta y dos vuelos diarios desde la ciudad de Miami, Cubana de Aviación transportaba millares de turistas, entre ellos traficantes de drogas narcóticas, clientes de casinos de juego y pervertidos sexuales.
Era La Habana sede del gansterismo internacional. Y fue ese corrompido el escenario que encontró la Revolución, para validar los pronósticos del escritor sueco Walter Blonquist, quien en el año 1952 había pregonado que La Nación cubana, según unas tablas y jeroglíficos babilonios, llegaría a ser un pueblo de alto destino en el Nuevo Mundo. Y que en Cuba se gestará la forma de vida futura de todo el Continente de habla española, más abajo del río Bravo.
El 26 de julio del 1953, coincidiendo con el primer centenario del nacimiento del apóstol de la independencia cubana José Martí, tuvo lugar hace ahora 54 años, el ataque al Cuartel Moncada, dirigido por el doctor Fidel Castro. Fue ese acontecimiento el bautismo del movimiento revolucionario, genitor del proceso de los cambios sociales y políticos que sepultaron definitivamente a la Cuba tutelada por los Estados Unidos de América. Jóvenes del Centenario del Apóstol, como en el 68 y el 95, aquí en Oriente, damos el primer grito de libertad o muerte, fue la convocatoria del jefe del movimiento, doctor Fidel Castro.