El 4% y la conciencia retórica

El 4% y la conciencia retórica

Danilo Medina no debería condicionar la aplicación del mandato constitucional del 4% para la educación, a la imposición de una reforma fiscal. Y si quiere granjearse  al inicio de su gobierno un cúmulo apreciable de simpatía ciudadana  tiene que anunciar sin más la aplicación de la Ley 66-97, que tiene ya quince años de ser promulgada, y que abriría el camino para la construcción de un nuevo modelo de educación nacional.

Quienes se entusiasman demasiado con el 4% deben saber que su aplicación no equivale a una revolución educativa,  porque para lo que sirve ya ese 4%  es para colocar el sistema en una situación de desempeño, y darle respiración boca a boca a las rígidas y atrasadas  articulaciones  del aparato burocrático que administra el sistema. Pero el 4% es el inicio formal de una preocupación de Estado por  superar los  catastróficos  resultados de la educación de este país, y lo contrario es caer en la conciencia retórica.

¿A qué aludimos cuando hablamos de la conciencia retórica?

A esa falsa convicción de los políticos dominicanos sobre la importancia de la educación. Se les salen dos lágrimas cansadas cuando dicen que la educación es la prioridad del país, y truenan y juran que cuando lleguen al poder la educación será la primera de sus preocupaciones.

Pero si la voluntad sigue más o menos al entendimiento, en la historia dominicana lo que sobreviene después que se encaraman en el solio presidencial es la angustia de Abraham, ese personaje bíblico atormentado; porque la educación es postergada una y otra vez, y la inmediatez,  el clientelismo y la corrupción se llevan las expectativas de mejoría de algo tan vital para el desarrollo de un país como tener un sistema educativo eficiente. Es lo que acabamos de vivir con los gobiernos de Leonel Fernández, cuya conciencia retórica respecto de la educación pretendía sustituir con discursos la crudeza de la realidad.

Y es bueno recordar que los gobiernos del PLD han impuesto cinco reformas fiscales, y que éstas son el costo del derroche después de cada torneo electoral, porque los peledeístas no saben competir en igualdad de condiciones, y se despliegan usando el dinero público sin misericordia. En la reelección del presidente Fernández en el 2008,  el déficit fiscal se elevó a más de 60 mil millones de pesos, y en la de Danilo Medina el afianzamiento de su candidatura  hizo sobrepasar el déficit por sobre los 80 mil millones.

No hay moral  para supeditar la ejecución presupuestaria que manda la Ley 66-97 a una reforma fiscal, y quienes están tratando de “vender” el paquetazo fiscal asociándolo al 4% para la educación, deberían saber que ya el país entero se manifestó respecto de la impostergable necesidad de priorizar el gasto en educación.

El problema de la educación dominicana no es de diagnóstico o de dinero exclusivamente, pero elegir ser esto o aquello, es afirmar al mismo tiempo el valor de lo que elegimos. La educación se mide por resultados, pero los resultados tienen una relación dialéctica con la inversión. Nadie, por lo tanto, debería extrañarse de lo que la educación dominicana es.

La inversión en educación nunca ha sobrepasado el 2.5% del PIB, lo que quiere decir que, en rigor,  no es prioritaria históricamente, y que los políticos no la juzgan importante en el conjunto de las realizaciones,  porque no pueden ser incluidas en el “poder de mostración social” que exhiben los gobiernos. El ejemplo del Metro de Leonel es elocuente,  sólo sirve  a menos del O.30% del país, y subordinó el presupuesto de educación, salud, las inversiones en infraestructuras de desarrollo, la energía, etc. Porque la inversión en educación demanda esperar la cosecha, y sus frutos no pueden ser exhibidos a corto plazo.

El 4% para la educación no debe estar condicionado a la aprobación de una reforma fiscal, porque sería entrar de nuevo en esa conciencia retórica de la política dominicana. Volver a la cresta airada de la decepción que viene echando fuego desde el malhadado siglo XIX de nuestra historia, ya que todos los autoritarismos, incluso los ilustrados, eligen manipular a los pueblos por la degradación de la ignorancia. Y porque  ese 4%  lo que significa es una preocupación de Estado por la educación, y un empuje imprescindible para llevar el sistema a una situación de desempeño.

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