Este 11 de septiembre se cumplió el cincuenta aniversario del abominable golpe de Estado al Gobierno de la Unidad Popular en Chile, ejecutado en 1973, bajo la bota del general Augusto Pinochet y el entramado conspirativo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y de Henry Kissinger, consejero de Seguridad Nacional y luego secretario de Estado estadounidense. Kissinger igual organizó el apoyo económico y político para consolidar la dictadura militar de Pinochet hasta los años noventa.
Y también se cumple el cincuenta aniversario de las muertes de Salvador Allende, a veces discutida, pero aceptada como un suicidio heroico: había que morir, y Allende decidió hacerlo, y la del poeta Pablo Neruda, de la que hay sospecha de un posible homicidio por envenenamiento. Ninguno de estos dos grandes hombres llegó a ser testigo del destino oscuro y sangriento de Chile en los siguientes 17 años de dictadura. Allende había jurado que no huiría ante un posible Golpe de Estado: Cuando el general Carlos Prats, comandante en jefe del Ejército y luego ministro del Interior, le aconsejó que se vaya fuera de Chile, el Presidente le respondió enérgicamente: “¡Jamás, moriré en mi deber!”.
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Desde Isla Negra, su residencia en Chile, el 14 de septiembre de 1973, nueve días antes de su muerte, el Premio Nobel de Literatura, Pablo Neruda, escribió un dramático testimonio dirigido a la opinión mundial sobre el Golpe de Estado a Salvador Allende:
“Aquí en Chile se estaba construyendo, entre inmensas dificultades, una sociedad verdaderamente justa, elevada sobre la base de nuestra soberanía, de nuestro orgullo nacional, del heroísmo de los mejores habitantes de Chile. De nuestro lado, del lado de la revolución chilena, estaban la Constitución y la ley, la democracia y la esperanza. Del otro lado no faltaba nada. Tenían arlequines y polichinelas, payasos a granel, terroristas de pistola y cadena, monjes falsos y militares degradados. Unos u otros daban vueltas en el carrusel del despecho. Iban tomados de la mano el fascista Jarpa con sus sobrinos de “Patria y Libertad”, dispuestos a romperles la cabeza y el alma a cuanto existe, con tal de recuperar la gran hacienda que ellos llamaban Chile.”
Allende, en opinión de muchos pensadores actuales, dentro y fuera de Chile, es un mito de la izquierda, un referente vigente para mucha gente, porque intentó construir una sociedad socialista sin el enfrentamiento cruento de las clases sociales, una revolución por la vía democrática, sin derramamiento de sangre y respetando los derechos humanos.
La historiadora chilena Sol Serrano, en una entrevista concedida al periódico El País, de España, cita al presidente Allende con estas palabras: “No voy a sacrificar mi alianza (coalición política y electoral de partidos, que conformó el gobierno de la Unidad Popular), me voy a sacrificar yo, voy a salir yo”. “Y si es un golpe…No tengo carne de mártir, me encanta la vida, me encantan las cosas de este mundo. Me gusta comer bien, me gustan las mujeres, ¿cómo me voy a ir como un pinche exiliado latinoamericano más?”. Según la historiadora: “Allende tenía toda la razón”.
El cincuenta aniversario del golpe de Estado encuentra a Chile con un Gobierno del Frente Amplio (FA), coalición política de izquierda, fundada el 21 de enero de 2017, que encabeza, desde 11 de marzo de 2022, el joven presidente Gabriel Boric, Gobierno igualmente asediado por las fuerzas oscuras y fascistas que golpearon al Gobierno de la Unidad Popular. Ojalá que no se repita un nuevo 11 de septiembre de 1973.