El 9-1-1 y las cebras para que crucen los peatones

El 9-1-1 y las cebras para que crucen los peatones

Cuánto me gustaría que existieran cebras de verdad –los burros con rayas blancas-para que nuestros peatones transiten seguros por los espacios destinados para ellos en el cruce de las intersecciones más transitadas de esta metrópoli improvisada como es la ciudad de Santo Domingo.

Recuerdo cuando siendo reportera, un desaprensivo por poco mata a dos señoras que intentaban cruzar la 27 con Núñez de Cáceres; debimos intervenir para evitar la tragedia, pese a ello el chofer siguió como si nada, como si el espacio le perteneciera solo por poseer una licencia y un permiso para “transitar libremente” sin observar luz roja y mucho menos el derecho de los que andan a pie.

Las cebras o rayas blancas pintadas en el pavimento en los cruces de las avenidas son sagradas en todas las capitales del mundo, donde incluso está incluido un sonido especial para los peatones no videntes. El sistema está integrado en el semáforo, que se activa con el cambio de luz.

En los países donde se respetan los derechos de los ciudadanos, un vehículo, aunque sea una bicicleta, no puede ni debe pisar la cebra a expensas de pagar una multa de 500 dólares en Estados Unidos, y unos 600 euros en Europa.

El cruzarse en rojo es criminal en todas partes del mundo; se considera como intento de homicidio, pero aquí es una gracia.

El 9 1-1 es una gran idea, es el inicio de una nueva cultura de servicio al ciudadano, pero igual, ocurre como con las cebras, algunos choferes que andan con licencia sin siquiera saber leer, no saben para qué son esas rayas en las esquinas de las grandes avenidas.

Es que vivimos en una ciudad con una densidad poblacional equivalente a toda la población de Costa Rica o Panamá, donde convivimos en espacios públicos en los que no se sabe quién o quienes son los dueños.

Pienso que el 9-1-1 es un desafío para todos los dominicanos, debemos comenzar a reprogramar nuestro cerebro y pensar que en el siglo XXI no caben las ideas de las cavernas y que la solidaridad en el servicio al ciudadano debe concretarse con el respeto por las decisiones que han tomado los poderes públicos con la intención de prevenir que la gente muera por falta de atención.

El respeto por las llamadas de emergencia debe ser de dos vías, el que llama y el que da el servicio, garantizar la puntualidad es la mejor manera de lograr el respeto mutuo y que se cumpla con el fin de la implementación del sistema.

La educación desde las escuelas es vital, al menos para que los herederos nuestros puedan vivir en una ciudad marcada por el orden y la prudencia.

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