El ábaco y la red

El ábaco y la red

CARMEN IMBERT BRUGAL
Ya la inmortalidad no encuentra ni preserva a nadie. Vivimos un presente de «friendo y comiendo», el momento de gloria se redujo. La industria de la comunicación decide la permanencia y la historia. Ocurre igual aquí, allá y acullá.

 Un columnista de «El País» se quejaba, la semana pasada, porque unos estudiantes desconocían la nacionalidad de Napoleón y atribuían a sus buenos judokas, la fama de Hiroshima y Nagasaki. Inolvidable el desliz del comentarista madrileño cuando le correspondió difundir el nombre del ganador del Nobel de Literatura, 1998. Su hermosa dicción felicitaba a la señora Mago, Sara, por merecer tan extraordinario reconocimiento. «La Voz Nacional» de Puerto Rico, fue reducida, por las agencias de noticias, en la reseña de un accidente de tránsito, provocado por su embriaguez. No hubo revisión de archivos o tal vez no consignan «la nueva ola», «el club del clan», menos la época de «la canción comprometida», ni aquellas jornadas internacionales de la juventud que creía en la utopía. Hoy, Lucecita Benítez, es: «la intérprete de Si me Comprendieras».

Merryl Streep reveló que mientras paseaba con Tom Cruise, por una calle de Nueva York, unas jóvenes se acercaron al apuesto actor y después de solicitarle su autógrafo, condescendientes, le preguntaron a la inolvidable Sophie ¿es usted su madre?

En cualquier lugar de la tierra, al alcance de una tecla, la costumbre es lo inmediato, la portada, el cartel, el reportaje insulso, la visita a un mall, a un concierto, el gesto… Un preso político de la tiranía, antiguo dirigente del Partido Comunista Dominicano, pertinaz contradictor de Joaquín Balaguer, durante el ominoso período de los doce años, empresario y comunicador, cuenta que un viandante lo identificó como «el gordito que trabaja en la televisión». Juan Lockward, el más prolífico compositor dominicano, esperaba paciente, en una institución bancaria, la verificación de un cheque. La cajera, luego de privilegiar a un pelotero, que estaba detrás del «mago de la media voz», gritó: «el viejito que se siente, lo atiendo ahora».

Las menciones son innumerables. Entre la comedia y el drama, los ejemplos de dislates, errores e ignorancia, permitirían un diagnóstico de la sociedad global y del país. Algunos políticos dominicanos decidieron la necesaria omisión de episodios y personajes que sólo conmocionan a ciudadanos dispersos. El ethos nacional contemporáneo no precisa de epopeyas, reacciona al ritmo de la bachata y del batazo, de la dádiva y la chabacanería. La impunidad, la política, el narcotráfico y la emigración crearon una ciudadanía diferente, con el poder del arrojo y el mérito de un patrimonio sin necesidad de abolengo o entrada a un club exclusivo.

La República Dominicana siglo XXI, con leptospirosis y hambre, Ferrari y caviar, no se asemeja a la aldea tiranizada que se desperezaba en los sesenta y padecía en los años setenta. Si los representantes de la «izquierda» dominicana, continúan con la melancólica remembranza, como programa de gobierno, la búsqueda de un redentor, para lograr el poder y el bufo intento de actualizarse, reivindicando el reguetón, su destino es previsible. Las encuestas necesarias para esos grupos, intolerantes por demás, deben diseñarse para averiguar si al electorado le importa el significado del Movimiento Patriótico 14 de Junio, si se identifica con Manolo, con Caamaño, si el modelo Bolivariano seduce, más allá del relato y la opulencia petrolera.

Dicen que un especialista es aquel que sabe cada vez más, sobre cada vez menos, la generación informática está atiborrada de la información que prefiere, es especialista en actualidad. No más. Un adolescente residente en Cabo Rojo anhela las zapatillas Nike, que usa un agente de Wall Street, cuando corre. Sabe cómo conseguirlas. Siempre habrá oportunidad en la frontera, una madrina dadivosa que vive en Washington Heights o hacinada en el getho de una ciudad europea.

Y no es aquello de renovarse o morir, es respetarse y vivir. Los izquierdistas que aspiran reeditar procesos ajenos a nuestra realidad tendrán que comprender la dicotomía, entre el ábaco y la red. La red sin ábaco convierte a la mayoría en una comunidad uniforme, frívola, con identidad de aspiraciones consumistas, aunque carente de todo, hasta de esperanza.

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