El aborto, práctica de vida o de muerte

El aborto, práctica de vida o de muerte

El aborto existe y ha existido siempre desde el surgimiento de las primeras sociedades, independientemente de que esté condenada o no legalmente.

El ejercicio del aborto no es una práctica placentera. La mayoría de las mujeres que abortan lo hacen contra su propia voluntad, por sus condiciones de salud, sociales, culturales o económicas.    

En el proceso de reforma constitucional se integró el artículo 30 que fue aprobado en primera lectura, pendiente de una segunda lectura. Su ratificación intacta implicará  una condena a toda práctica de aborto, incluyendo casos de emergencia como: niña violada, incesto y mujer en riesgo de muerte.

Una niña violada que queda embarazada vive en altas condiciones de riesgo. Los sectores supuestamente “defensores de la vida” no defienden el derecho a la vida de ella sino del hijo o hija que no ha nacido. 

La niña o adolescente  que pare y logra sobrevivir continúa con una vida en riesgo. Las madres adolescentes pobres en nuestro país viven en condiciones de alta vulnerabilidad. ¿Tiene una niña o adolescente que se convierte en madre condiciones para garantizar una vida digna para ella y sus hijos-hijas?

¿El planteamiento de defensa a la criatura no-nata por encima de las condiciones de vida de ella y de su madre es una sentencia de vida o  de muerte?

Una mujer con una situación de riesgo en su parto con este nuevo artículo estará condenada a morir para salvar la criatura. Se condena a sus hijos-hijas a la orfandad e incertidumbre prohibiéndole a la mujer decidir sobre su cuerpo y su vida.

El nacimiento no garantiza per-se la vida, la vida se obtiene con una serie de condiciones como: salud, higiene, alimentación, vivienda, educación, ingresos estables y seguridad afectiva.  La pobreza extrema y la miseria suponen  un riesgo permanente de muerte para los niños y las niñas que “mal viven”.

Las leyes y políticas públicas no pueden formularse a partir de matrices religiosas; estas van dirigidas a toda la población independientemente de su credo religioso. La legalización del aborto no ha significado en los países que se aplica un aumento del número de abortos sino todo lo contrario un descenso significativo de estos.

La disminución de las prácticas de aborto no se logra con su prohibición sino con la implementación de educación sexual y orientación sobre el uso de métodos anticonceptivos y condones desde el ciclo básico en todos los centros educativos.

La despenalización del aborto en casos de emergencia es una medida de vida no de muerte;  garantiza la vida de niñas-adolescentes violadas, mujeres con embarazo en riesgo y de los hijos e hijas de estas mujeres.

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