Virgilio Alvarez Bonilla
El pacto suscito entre el PRD y el PRSC, como alianza electoral con miras a las elecciones de medio tiempo, causa muy poca sorpresa, por cuanto ambos partidos desde hace tiempo vienen teniendo un estrecho contubernio. Vale recordar que el reformismo apoyó abiertamente al pasado gobierno del PRD, en todas sus propuestas congresionales incluyendo los desmedidos préstamos en que se embarcó aquel gobierno.
Aunque la memoria política de los dominicanos suele ser muy escasa, recordemos así mismo los compromisos contraídos con la presidencia de la Cámara Baja y las frecuentes reuniones, amenos y prolongados encuentros en una finca cercana a la capital donde en múltiples ocasiones la cúpula reformista acudió solicita para entenderse con el oficialismo de la época.. La alianza rosada ha tenido pues lo que podremos definir como una confirmación de compromisos contraídos desde hace tiempo. Los prodigadotes de la referida alianza la defienden alegando que la misma es un pacto programático, nada tiene esta entelequia de programación ni mucho menos de sentimientos patrióticos. Es un pacto a conveniencia de algunos miembros de la cúpula que no tienen otra salida que ofrecerle, a sus patrones una justa recompensa por los favores recibidos en el pasado reciente. Este abrazo de oso entre dos sectores comprometidos, no ha causado impacto favorable en la ciudadanía ni tendrá las repercusiones que sus patrocinadores anticipan.
El reformismo de ahora, es un reformismo dividido, mermado por sus constantes errores políticos, al borde de un descrédito total por su torpeza en negociar de espalda a la dignidad partidaria. Por otro lado ya no se trata de un partido político capaz de seguir las órdenes de un líder que estaba seguro de que la repuesta de sus seguidores sería positiva, las circunstancias son diferentes a las que prevalecieron el Pacto Patriótico del 1996, en los actuales momentos nadie puede garantizar que las bases reformistas golpeadas por muchos de los que hoy se abrazaron nueva vez con el oso, respondan a una alianza que sólo garantizaría algunas posiciones congresuales y municipales a un escaso número de los miembros de su cúpula, eso así, porque ya se ha propuesto que las candidatos a participar en la supuesta boleta común, sean escogidos mediante la fórmula de encuestas, medio éste que no siempre resulta transparente y mucho menos en manos de personas acostumbradas a las manipulaciones. Por otra parte en ambos lados de esta alianza, se producirán los naturales disgustos que conllevarán a disensiones importantes que buscaran refugio en otras parcelas políticas. Resulta muy difícil que una persona que haya realizado un trabajo político en determinada comunidad y sea vea desplazada por otro dirigente en este caso de otro partido, pueda aceptarlo complacidamente, ese trabajo que en ocasiones a la postre inclinaría la balanza, sería aprovechado por otras fuerzas que se nutrirían de los errores de un pacto que en definitiva no tiene ninguna base de sustentación.
Una alianza programática, requiere una basta discusión sobre metas definidas, no sólo a conveniencias de las partes envueltas, sino que pueda abarcar todos los sectores, eso no es precisamente esto lo se ha conseguido con la llamada alianza rosada, pues fundamentalmente los responsables de la misma sólo han convenido parcialmente posiciones electorales a cambio de un apoyo en contra de las propuestas e iniciativas del gobierno. Sin dudas y pese que el costo político futuro del PRSC, será muy costoso, por el momento la mejor parte de este convenio la sacará el reformismo, por cuanto un partido disminuido electoralmente podrá obtener con votos ajenos algunas posiciones congresionales y municipales que sólo quizás no hubiera podido alcanzar, lo que está por verse es hasta donde ese caramelo perredeísta no contiene la amargura del veneno político.
Reitero que las alianzas con fines electorales no siempre malas por el contrario cuando el contenido de las mismas se basa en un programa de estado, o el sostenimiento de las mismas tiene como fundamento, compartir metas definidas que contribuyan al desarrollo de la Nación, éstas no sólo son válidas sino convenientes. Nunca antes en la historia política reciente del país dos partidos antagonistas por naturaleza como es el caso del PRD y el Reformista, habían pactado un acuerdo de la naturaleza que el que nos ocupa, anteriormente un acuerdo similar se le planteó al líder reformista doctor Joaquín Balaguer con miras a las elecciones de termino medio del 1998, Balaguer lo rechazó de plano, pues comprendía que ello significaría la destrucción paulatina de su partido, habida cuenta de que el pez grande siempre se come al chiquito, y es de todos conocido que con el deterioro físico su líder el PRSC empezaba a declinar para convertirse en lo que es hoy en día una tercera fuerza política disminuida y fracturada. Balaguer en su legado político prefirió dejar un partido disminuido que una agrupación satélite, un reformismo independiente siempre hubiera tenido oportunidad de recomponerse y avanzar escalonadamente, luego d sufrir el natural deterioro de tantos años en el poder y la desaparición de su mentor y guía, pero los sucesores de Balaguer en el manejo interno del partido nunca comprendieron esto, prefirieron seguir el camino fácil de las privilegios personales, que el fortalecimiento de la institución. Ahora contemplaremos un partido Reformista que más que una institución representativa de una parte del electorado y del pueblo, parece un pobre mercado de valores donde intercambian posiciones sin tomar en cuenta para nada los intereses del conglomerado que dicen representar ni mucho menos los de la Nación.
El panorama electoral del país en el venidero encuentro de mayo, está suficientemente claro, los reformistas institucionales por así llamarlos, no cuentan, sus candidatos irán a estas elecciones como perredeístas ¡que ironía!, se enfrentaran a las fuerzas unificadas de la coalición oficialista, que dicho sea de paso tendrá la oportunidad de matar dos pájaros de un solo tiro.