Esta semana nuestra sociedad se ha consternado grandemente por el caso de la niña de 4 años que fue víctima de abuso sexual y asesinato por parte de un adolescente (que aparentemente era parte de su familia, según las informaciones que se han ofrecido) y un adulto.
El abuso sexual en nuestra sociedad es parte de la realidad y la vida de muchas mujeres, adolescentes y niñas de diferentes estratos sociales (pobres, medios y altos) y de distintas estructuras familiares (provenientes de familias nucleares con padres y madres, extensas, o monoparentales con madres o padres solos).
La violencia sexual es invisible y legitimada. Solo aparece en casos de escándalos públicos o crímenes acompañados de abuso. No se denuncia, no se registra por su normalización histórica y social.
En los estudios etnográficos y cualitativos que venimos realizando desde hace 30 años aparece el abuso sexual en la vida de mujeres adultas, niñas y adolescentes. Las experiencias están vinculadas a la vida familiar siendo sus agresores: padres, hermanos, tíos, abuelos, padrastros, vecinos, figuras políticas (síndicos, legisladores, dirigentes políticos) y religiosas cercanas a la familia, sacerdotes, diáconos y pastores evangélicos.
En el estudio de masculinidades y violencia de género que realizamos para Profamilia en el 2019 se muestra la ausencia de responsabilidad y permisividad del abuso sexual en los hombres entrevistados. Estos reconocen que han sido agresores sexuales o que han tenido deseos de violar niñas, mujeres o adolescentes porque “los provocan” o porque están “solas”. En ningún momento los hombres sancionan socialmente la agresión sexual ni demuestran la necesidad del autocontrol y respeto hacia la población femenina independientemente de su edad, condición o vestimenta.
EL manejo de la información sobre el caso de la niña abusada y asesinada en las redes sociales y la opinión pública está afectado por los elementos señalados. El imaginario machista en el que los hombres se socializan donde la mujer se convierte en objeto sexual y el hombre tiene permiso de tocar y agredirla si ella lo provoca o está “sola” le da sostén a la impunidad histórica y continua del abuso sexual y su normalización.
Erradicar los abusos sexuales es una tarea de toda la sociedad, tenemos que generar cambios en la población masculina y sus conductas agresoras y de visión de la población femenina como objeto sexual. Ningún hombre o adolescente tiene permiso para agredir sexualmente a ninguna niña, adolescente o mujer independientemente de que esté sola o acompañada, vestida o desnuda. Enseñar el respeto al cuerpo de las mujeres, niñas y adolescentes debe ser el objetivo de toda campaña educativa en términos mediáticos y en todos los espacios.