Contrasta, después de seis meses de gobierno, la marcha rápida que el presidente Abinader le ha impuesto a sus acciones oficiales, frente a la parsimonia con que sus colaboradores llevan a cabo sus tareas burocráticas, salvo honrosas excepciones.
Es admirable la vitalidad que un hombre joven le imprime a sus obligaciones, que por el mandato constitucional le corresponden como jefe del Estado, colocando a sus compañeros de trabajo en una posición que los obliga a actuar en consecuencia para no verse arrollados por un ímpetu burocrático que otros políticos nunca pudieron exhibir en sus ejercicios oficiales.
Lo más destacado en el trajinar de Abinader es la sobriedad de su quehacer que no recurre a la disipación como lo hacían algunos de sus antecesores y colaboradores, que finalizadas sus tareas de fines de semana, tomaban la tarde libre para disiparse y buscar compañías lejos de sus familiares. Esto era lo habitual en las pasadas administraciones perredeístas o peledeístas.
En los seis meses de la administración de Abinader se han anunciado numerosos proyectos de inversiones cuantiosas en alianzas público-privadas que contrasta con la gravedad de la situación sanitaria que el Gobierno ve sus recursos mermados por lo que se tiene que gastar en el enfrentamiento sin tregua y sin pausa de la covid-19.
Por lo tanto, el ambicioso programa de construcción de viviendas, que requiere que se completen hasta finales de su mandato, 48 viviendas cada 24 horas sería difícil de cumplir parcialmente, al menos que se abran las puertas de la inmigración de obreros haitianos. Desde hace más de 50 años es la mano de obra motora de la industria de la construcción. Ellos son parte esencial para que nuestras ciudades se eleven al cielo con tantos edificios de apartamentos.
Alcanzar esa meta de producción de viviendas solo sería posible con una planta de casas prefabricadas, pero que las limitaciones de los mismos y la calidad no sería con la que se busca atraer clientes, al menos que se obvie la calidad y belleza de las viviendas por la factibilidad de viviendas construidas rápidamente en una secuencia que no admite interrupciones como sería por la falta de financiamiento en determinado momento y se paralizaría la construcción.
Ya es tiempo que los huevos colocados en la canasta de proyectos a realizarse comiencen a empollar de manera que surja un mercado de oportunidades destinado a motorizar la economía. Es una tarea de por si muy cuesta arriba por el lastre de la grave pandemia que nos afecta a todos en el mundo. Cada día nos trae sorpresas de nuevos contagios con el aumento de los fallecidos. Esto es inaudito cuando con la llegada de la vacuna se iba a frenar el avance de la pandemia. O al menos que se procure que la vacuna produzca una protección al organismo y dejar que el virus se diluya como ocurrió en 1918 cuando la gripe española perduró por unos 2 dos años hasta que la misma se diluyó para convertirse en una simple gripe.
Son muchos los proyectos que el presidente Abinader tiene en su abultada foja de buenos deseos. Pese al desafío de la pandemia que limita los recursos, cosa que no asimilan los compañeritos del partido PRM exigiendo empleos. El Gobierno se ve atrapado y sin salida frente a una sociedad que busca se le resuelva a la carrera sus males ancestrales y que la gente no cree en eso de la pandemia y exige que se cumplan las promesas para no crear una ambiente de ingobernabilidad que el mismo gobierno propicia cuando deja entrever que se van a atender todas las demandas. No son simples paliativos para acallar las presiones que llegan de todos los sectores acostumbrados a ese tipo de reclamos. Ahora hay mas conciencia de lo que se busca para aliviar las penurias sociales y que la vida de los pobres tenga un nuevo sentido de marchar hacia un destino mas promisorio y de mayor alcance de justicia social.
El presidente Abinader ha estado dándole forma a un ambiente de esperanzas y de grandes expectativas, pese a las limitaciones, los recursos disponibles en que muchas incitativas tropiecen con la realidad de la escasez de dinero. Además no se cuenta con una mano de obra totalmente dominicana sino que dependemos de una mano de obra foránea del otros lado de la frontera oeste, que si bien no es la mejor, al menos siempre está accesible para suplir una demanda creciente de una sociedad que requiere soluciones al instante por la misma gravedad de la situación sanitaria que sacude a todas las sociedades con sus consecuencias mortales sin saber cuando la misma dejará de ser un azote para la humanidad .