Lo más importante que le ha pasado a la humanidad no han sido las conquistas greco romanas en el oeste y el norte de Europa, en África y el Oriente. Ni la llegada de los europeos a América, la China y la India y Oceanía.
Las grandes guerras y conquistas de la antigüedad significaron la exportación y el intercambio de costumbres, valores, ciencia y tecnología. Pero también significaron opresión, esclavitud y depredación de los vencidos.
Los grandes descubrimientos de la ciencia han beneficiado principalmente a los países que los han producido, aunque la medicina, la tecnología, la educación, la comunicación, la cibernética hayan traído resultados maravillosos a todos los humanos.
Hace 2020 años hubo un hecho casi imperceptible, tanto que ni siquiera el propio pueblo donde tuvo lugar se enteró al momento, y hasta en el presente para ellos ha sido un hecho más bien perturbador.
Tampoco el resto de la humanidad tuvo noticia hasta cientos de años más tarde; muchos aún se resisten a recibirla.
El nacimiento de Jesús es el mayor acontecimiento que marca la historia de la humanidad; desde entonces todo el acontecer del hombre sobre la tierra se transforma, más correctamente, regresamos de manera radical al Plan de Dios.
Se trata de un abierto desafío a toda la humanidad a aceptar la oportunidad de salvación y vida eterna que el Creador ofrece a su creación.
El Salvador llegó al mundo con una oferta difícil de creer y aceptar aún para aquellos que fueran luego sus seguidores y lo vieran día por día predicando y haciendo manifestaciones de amor y de poder como nadie nunca antes.
Hasta sus opositores y perseguidores se estremecían: “Nunca nadie ha hablado así”, dijeron aquellos esbirros del Sanedrín, excusándose por no haberse atrevido a apresarlo.
Pero cualquiera podía interpretar como descomunal arrogancia de este hombre decir: “Yo soy el camino, la Verdad y la Vida”, a un mundo incrédulo, pervertido y vacilante.
Peor para los intelectuales y los sabios, y para todos aquellos afectados por lo que san Pablo llamó “el espíritu de Grecia”.
(Los griegos, por misericordia de Dios, fueron capaces de armar un pensamiento racional, basado en la lógica y en evidencias, para poder superar tanto absurdo en sus mitologías y religiosidades).
Pueblos como la China y la India tenían miles de dioses y deidades, por lo que Buda y otros se autoaislaron procurando “la paz interior”, una búsqueda personal, egocentrista, racionalista, sensual y sensorial, comunicándose con la naturaleza, Gaia, Gea, Pachamama, madre tierra, el universo y otras entidades y constructos mentales.
El año 0 (cero) marcó la historia con su llegada. De la manera más humilde y sencilla nos enseñó a amarnos y a compartir el pan, a cuidar a los pobres, las viudas y los huérfanos. Jesucristo vino tan solo para hacernos la mejor oferta que jamás se haya oído en el mundo.
Gracias al Padre por Jesucristo, por su salvación tan grande: El acontecimiento más importante de nuestras vidas, y de toda la historia de la humanidad.