El acoso en línea, un daño real que puede matar

El acoso en línea, un daño real que puede matar

Hicieron amenazas. Revelaron su información personal. En cierto momento fue necesario que agentes del FBI la acompañaran a clases para darle protección.

Se supone que era un momento para celebrar: Brittan Heller estaba por graduarse y se encaminaría a uno de los programas de Derecho más prestigiosos de Estados Unidos. Entonces un compañero de clases a quien Heller no correspondió sentimentalmente fue rechazado en la misma universidad y tornó su furia contra ella.

Él escribió un texto titulado “Ramera estúpida asistirá a la Facultad de Derecho de Yale” y lo publicó en un sitio popular entre los troles anónimos. El hombre los alentó a hacer lo peor que pudieran contra ella.   Poco después, varios desconocidos hacían comentarios despectivos y sexualizados, y publicaron fotos de ella en internet.

Hicieron amenazas. Revelaron su información personal. En cierto momento fue necesario que agentes del FBI la acompañaran a clases para darle protección.  “La gente dice: ’Desconéctate. No lo leas. Apaga la computadora”, relató Heller, que convirtió su experiencia de hace 15 años en una especialidad legal y ahora es una experta en combatir el hostigamiento en línea.

“Es el siglo 21 y la gente tiene el derecho a usar internet para trabajar, por placer y para expresarse. Decirle a la gente que no lea los comentarios no es suficiente. No hablamos suficiente sobre este problema y tenemos que hacerlo”.   El acoso en línea se ha convertido en algo tan común que resulta difícil imaginar internet sin él.

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Desde el ciberacoso contra adolescentes hasta gobiernos autoritarios que buscan silenciar a los disidentes, la toxicidad en línea es una realidad de la vida para todos, pero los blancos más frecuentes son las mujeres, los adolescentes y las minorías raciales y religiosas. Y hay evidencia de que el problema está empeorando.   En 2014, 15% de los estadounidenses dijeron haber sufrido abuso grave o significativo en internet, definido como acoso, amenazas físicas, hostigamiento permanente o acoso sexual. En 2021, ese número era de 25%, de acuerdo con estudios de la organización Pew Charitable Trusts.  

Los trabajadores de la salud, los periodistas, los maestros, los policías y los empleados del gobierno han reportado un aumento del hostigamiento en internet en años recientes, cuando la pandemia y la polarización política llevaron a muchos a desatar su furia en la web.  

Casi tres de cada cuatro periodistas mujeres reportaron haber recibido amenazas u otras formas de hostigamiento en internet, de acuerdo con un sondeo de la UNESCO y el International Center for Journalists (Centro Internacional para Periodistas), que entrevistó a más de 700 periodistas de más de 100 países. Uno de cada cinco dijo que el hostigamiento escaló a abusos fuera de internet e incluso agresión.  

El crecimiento de internet ha expandido las maneras en que la gente puede ser hostigada más allá de simples correos electrónicos o mensajes en redes sociales, mensajes directos, mensajes de texto o videos en streaming. Y con la popularidad de los celulares y una internet omnipresente y barata, el hostigamiento puede ser ahora un problema de 24 horas al día para las víctimas.  

“Hemos hecho muchos avances —hay más consciencia ahora—, pero es fácil exasperarse y sentir que no hemos avanzado nada”, expresó Tina Meier, quien creó una fundación para educar a los niños y sus padres sobre el hostigamiento en línea, luego del suicidio de su propia hija en 2006.  Mega Meier tenía 13 años cuando alguien a quien conoció por internet, y que ella pensó que era un muchacho llamado Josh, comenzó a hostigarla en línea. Los dos habían coqueteado hasta que “Josh” se volvió contra Megan. “Todo el mundo te odia”, escribió `Josh’. “El mundo sería un lugar mejor sin ti”.  

La policía descubrió luego que Josh en realidad era una mujer: la madre de una de las compañeras de aula de Megan.   Aunque los sondeos muestran que todo tipo de personas son susceptibles al hostigamiento en internet, estudios extensos han indicado que las mujeres y las personas que no son blancas son mucho más el blanco de ataques. Así ocurre también para las personas con discapacidades, miembros de minorías religiosas y la comunidad LGBTQ.   Es más probable que las mujeres consideren que el acoso en línea es un problema grave en comparación con los hombres, descubrió Pew. También son más propensas a reportar haber sido víctimas de ciberacoso y abusos más graves, como amenazas de daño físico.  

La diferencia es tan grande que muchos hombres pudieran no entender la gravedad del lenguaje degradante, los insultos sexualizados y la atención no deseada que las mujeres enfrentan a menudo en internet. Una campaña de hostigamiento coordinado contra mujeres diseñadoras de videojuegos que comenzó en 2014, llamada Gamergate, se volvió tan ubicua —incluso con amenazas de violación, tortura y asesinato— que algunas mujeres contrataron guardias de seguridad o se mantuvieron fuera de la vista pública. El hostigamiento en internet también ha sido empleado globalmente para atacar a periodistas, disidentes y otros en la esfera pública.

La consultora política María Cardona comenzó a recibir correos electrónicos agresivos y mensajes directos una vez que empezó a presentar sus opiniones en noticieros nacionales en Estados Unidos. Ella apunta que muchos de sus críticos se molestaron por la idea de que una mujer hispana franca pudiera ser considerada una autoridad en temas políticos.   Un mensaje típico decía: “Espero que te violen y te degüellen”.

Cardona expresó: “Ellos quieren silenciarnos, quieren asustarnos, quieren intimidarnos”. Cardona mantiene actualmente su oficina bajo llave luego de que alguien se presentó en persona para atacarla.   El anonimato que llega a ofrecer internet puede facilitar ser cruel sin sufrir consecuencias en el mundo real. Es un fenómeno conocido como efecto de “desinhibición en línea” y una razón por la cual los troles se sienten cómodos diciendo cosas que nunca le dirían a nadie en persona.

Como parte de un arreglo negociado en la demanda de Heller contra sus hostigadores, ella pidió conocerlos cara a cara. Uno de ellos era un adolescente de 17 años que escribió que quería arrancarle los ojos a Heller y copular con su cadáver.   “Todos ellos admitieron esencialmente lo mismo: que no se dieron cuenta de que sus acciones estaban afectando a una persona de esa manera, que no se dieron cuenta de que había una persona al otro lado de la pantalla”, recuerda Heller. “Y luego todos dijeron: `Lo siento mucho”’.  

California promulgó en 1999 la primera ley en Estados Unidos contra el hostigamiento en la web y la mayoría de los estados han seguido la pauta, pero la implementación de la norma puede resultar difícil, pues a veces son borrosas las diferencias entre hostigamiento y libertad de expresión. La policía y los fiscales a menudo carecen de entrenamiento y recursos suficientes.  

Las compañías tecnológicas dicen que están mejorando su labor de identificar y frenar el hostigamiento. Por ejemplo, Instagram —propiedad de la compañía matriz de Facebook, Meta— hizo varios cambios dirigidos a reducir el hostigamiento, incluso colocando advertencias sobre lenguaje posiblemente abusivo y facilitando bloquear o reportar a hostigadores.  Sin embargo, esos pasos no han sido suficientes. Documentos internos de Facebook revelados por la exempleada Frances Haugen muestran que los ejecutivos están al tanto del potencial de que sus productos sean usados para hostigar a personas. Un estudio interno dijo que 19% de las adolescentes dijeron que Instagram exacerba los pensamientos suicidas y 17% dice que empeora los trastornos alimentarios.  

“El hostigamiento en internet es un problema para todos, pero creo que es especialmente problemático para los menores”, subrayó Matalie Bazarova, profesora de la Universidad Cornell que se especializa en el estudio de las redes sociales.   Agregó que se requiere un enfoque multifacético para responder al problema: leyes para requerir un mínimo de salvaguardas de parte de las grandes compañías tecnológicas, innovaciones técnicas y esfuerzos educacionales amplios, como simulaciones que les enseñen a los adolescentes a detectar el ciberacoso y a emplear las redes sociales de forma inocua.  

Las soluciones técnicas incluirían sistemas automatizados que detecten mensajes potencialmente dañinos debido a indicios de lenguaje hostigador —palabras en mayúsculas, frases repetitivas o ciertas palabras claves— o instituir una breve demora antes de que los usuarios puedan responder mensajes, dándoles la oportunidad de calmarse.   Heller recalcó que internet, actualmente en su etapa de “adolescencia torpe”, no es el primer invento en cambiar cómo se comunican los seres humanos.

“Las personas dijeron cosas similares sobre el telégrafo, el teléfono y la televisión: que iban a arruinar de alguna manera la sociedad”, afirmó. “Pedro todos fueron regulados luego de 25 años de haber sido lanzados: Esas regulaciones no mataron al teléfono, ni a la televisión ni a la radio”.