El acoso sexual en nuestro país es más común de lo que pudiera pensarse porque sus formas de practicarlo son tan variadas que van desde las más sutiles y “educadas” hasta la extorsión y el chantaje, todo dependiendo de la capacidad de quien lo ejerce.
La mayoría de las víctimas han llegado a verlo como algo normal en una sociedad eminentemente machista y han tenido que aprender a manejar situaciones incómodas en el trabajo, universidad y hasta en el lugar donde residen con vecinos impertinentes.
De todas las situaciones que sufren las damas, las más traumáticas son las que se presentan en sus lugares de trabajo por las consecuencias que pudieran tener sus negativas a complacer a superiores jerárquicos en sus impúdicas pretensiones.
En el ámbito laboral, las relaciones entre jefes y subalternas debe considerarse una imposición, motivo para una mayor sanción que una simple medida disciplinaria sobre todo cuando hay tragedias como el suicidio de la oficial policial en la embajada de los EE.UU.
Este caso dejará, no solo en los familiares de la víctima, sino en la sociedad, la impresión de que las investigaciones policiales no fueron lo suficientemente diligentes para determinar las causas del suicidio de la referida joven quien, además, era sicóloga.
Desde el principio se habló de chantaje y presión de parte del oficial superior que los investigadores admitieron sostenía una relación amorosa con la víctima quien a la luz de los reglamentos internos de la institución, apenas sufrirá una leve sanción disciplinaria.
Lejos de manejarlo tan superficialmente, este acontecimiento debió dar inicio al combate de un mal que, según muchos, afecta a nuestras instituciones armadas.