En noviembre de 1999, los capitaleños, en horas del mediodía fuimos sorprendidos por la noticia del desplome de unas seis losas de hormigón que formaba la parte del muro de contención del acceso este al túnel de la Máximo Gómez con 27 de Febrero.
El desprendimiento de esas losas de la pared no ocasionó ninguna desgracia personal, ya que a esa hora todavía el tráfico no estaba congestionado como lo está ahora 24 años después.
Las losas fueron repuestas y la novedad fue perforar agujeros de drenaje de una pulgada de diámetro a diferentes distancias y altura para evitar que agua se acumulara en la parte posterior de las losas y tuvieran libertad de drenar fácilmente.
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Aquella vez Obras Públicas solo procedió reponer las losas y habilitar docenas de agujeros de drenajes de una pulgada de diámetro separados unos 50 centímetros tanto horizontal como verticalmente y hasta un metro de altura del nivel del pavimento.
La falta de drenajes y fijación segura de esas placas fue corregida en la obra similar de avenida 27de Febrero con las calles Dr. Defilló y Carmen Mendoza de Cornielle. Las losas de las paredes fueron arriostradas y sostenidas por pernos introducidas en la roca y trabando las placas horizontalmente las cuales han demostrado la eficacia de esa solución no tomada en cuenta en el túnel de la Máximo Gómez.
Lo único positivo de la desgracia provocadora de decenas de fallecidos ajenos de la tragedia que estaba gestando es que el terreno natural es una roca caliza de gran resistencia no perdió su verticalidad y soportó el empuje del agua acumulada entre la pared y el terreno natural que recibía el agua lluvia que para salir provocó tremendo empuje lanzando las losas al suelo y fatalmente provocó decenas de muertos.
La lección de la tragedia debe ser bien asimilada por los técnicos oficiales. De seguro que tomarán en cuenta para su reposición la realidad de un empuje severo de un agua que si no tiene salida la buscará como lo hace cuando se aceleran los escapes de buscar una salida.
Después de la primera parte de la tragedia, en noviembre de 1999, se vislumbraba algo incorrecto cuando ya se notaba un desprendimiento de las losas que estaban perdiendo su verticalidad y se despegaban del terreno natural de roca caliza a que supuestamente protegían para evitar su colapso, el cual se produjo en gran escala el pasado 18 de noviembre.
La lección para la clase técnica nacional es de impacto y viene determinada por el hecho de que con la Naturaleza no se puede estar inventando y esperando que la suerte proteja de decisiones incorrectas.
Con el túnel de la Lincoln y Churchill quizás no ocurra en un futuro del desprendimiento de las losas verticales ya que son de menor tamaño y la roca parece ser de mejor calidad para soporte.
Pero de todas maneras es necesario colocarles riostras y anclajes que resistan cualquier desplazamiento de la verticalidad de los muros.
Ahora toca reparar el túnel de la Máximo Gómez con todas las previsiones que recomienda la ingeniería con sus anclajes, riostras y buen amarre en la parte inferior, seguro y confiable para evitar que con el tiempo se ablande la roca y se inicie un deterioro que conduzca a un colapso por fallos de las elevadas paredes.