“El agua es vida, no la desperdicies”

“El agua es vida, no la desperdicies”

Como diría Bienvenido Rojas en su columna de Diario Libre: “Usted es viejo de verdad si se acuerda de esta cosa”. Por eso este eslogan tan popular de Pepé Justiniano en su emisora Radio Continental en los 60 del siglo pasado, cobra vigencia ahora en el siglo XXI con el desperdicio de agua isleño y por el grado indetenible de la desertificación de la isla.
Los dominicanos no estamos educados para economizar agua. Son tantas las campañas que se han llevado a cabo para economizar el líquido que tan solo con salir a la calle uno se topa con decenas de fugas enviando agua a las cunetas.
Uno de los casos más preocupantes es el agua que se destina para el riego de los cultivos de las fincas, servidas por los canales construidos por el Estado en todas las administraciones políticas que ha tenido el país. Los parceleros, grandes consumidores de agua como es el caso de los arrozales del Nordeste y la Línea Noroeste, solo aceptan que el agua se le sirva por turno de regante. Han impedido que se instalen medidores para conocer el consumo real de cada finca o parcela. Todavía el agua se le envía a través de las compuertas de los canales de servicio que las abre el cabo de agua en determinadas horas del día y por semana.
Otras historia similar es con el consumo del agua potable que es suministrada por los acueductos administrados por INAPA o un organismo autónomo como la CAASD. En esos casos se abstienen de cobrar el agua consumida por volumen. Solo una tarifa según el tamaño de la vivienda y a un costo que no llega ni al 20% del costo de producción del agua potable. Tan solo CORAASAN en Santiago cobra el agua por volumen y los usuarios, pese a unas cuantas quejas de escasez, pagan el servicio que disfrutan con un buen mantenimiento.
Donde se ha pretendido cobrar el agua potable por litros consumidos, choca con protestas de los usuarios. Y eso que el director de la CAASD se jacta en decir que están llegando más de 470 millones de galones diarios de agua servida para saciar a los inconformes consumidores. De esa agua colocada en las tuberías se pierde más del 40%. Hay sectores del gran Santo Domingo que les transcurren varios días o semanas sin recibir el líquido en sus llaves. Del servicio público pagan un mínimo precio pero acumulan grandes deudas. Reciben como premio condonaciones de las deudas, pagando hasta menos del 50% de lo adeudado.
Cambiar la cultura del agua gratis es difícil. Eso se lleva en la naturaleza como el caso de la fábula del alacrán y el sapo. Este se negaba a cruzar al alacrán un río ya que alegaba que lo mordería y moriría. El alacrán convenció al sapo para que lo llevara a sus espaldas. Y en medio del río lo picó y el sapo reclamó, pero el argumento del alacrán que era parte de su naturaleza. Ya los dominicanos tenemos enraizada en nuestra naturaleza que el agua de acueducto es gratis. Pagar lo que se consume medido en metros cúbicos o galones originaría severas protestas de los usuarios y no se sabe qué consecuencias podría tener una explosión social de esa naturaleza.
Estamos en pañales para hacer un uso racional del agua. Y que se pague su suministro ya sea en acueductos o en canales para fincas agrícolas o granjas. Este año hay un intento de las autoridades para despertar la conciencia ciudadana con esfuerzos para sacudirnos de nuestra indiferencia y llevar un poco de orden al sector hídrico. Pero que sea sin la mala práctica de las autoridades del sector que anuncian como hazaña el disponer más agua para los usuarios sin atacar el problema de lo que cuesta producirla y dárselo a conocer al público.
Y el problema nacional del uso racional del agua arranca del mismo lugar de origen que son las cuencas hidrográficas, descuidadas y olvidadas. Esto lo relata el ingeniero Millo Peralta en su reciente libro puesto en circulación. Este libro lo comenté en mi artículo del pasado jueves. Esto da señales de la revolución por hacer para darnos cuenta que hemos vivido de espaldas al agua que corre libremente por la corteza terrestre. Creíamos, y quizás todavía algunos creen, que ese es un regalo de la naturaleza.

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