“El ¡Ah, caramba! de la inocencia”

“El ¡Ah, caramba!  de la inocencia”

“En su área predilecta –nos cuenta Píndaro-, Edu juega con todo lo que tiene a mano y, al hacerlo, va tejiendo sus ideas al tiempo que hilvana estructuralmente frases que no parecen de su edad…” “¡Son sólo tres años!” -refiere Herminio, al señalarle a Píndaro su asombro por el progreso de su nieto…
“Lelo… léeme este libro… Léeme” –Es una orden que no se discute… En su mano derecha tiene un pequeño librito amarillo, impreso en cartonite satinado e ilustrado muy claramente para que cada detalle sea fácilmente identificado y digerido por el niño…
Desde el interior de Herminio, su alter ego le susurra… “Es un libro de cabecera para niños, escrito por Sandra Boyton y que viene ilustrado para que padres e hijos lo disfruten cada vez que es repetida su lectura”… Mientras esto sucede, una voz con clara definición dice, de memoria: “Azul el sombrero, verde el sombrero”… Y, hace una pausa para que su abuelo –Lelo- se integre y dé seguimiento a lo que viene más adelante en el libro…
Al escuchar la expresión, Herminio mira a su nieto y se espanta… Todo parece indicar que se enfrenta a una personita que domina ampliamente su terreno en la lectura…
En medio de su asombro, la misma voz de la inocencia continúa: “Azul el sombrero, verde el sombrero…” y, mientras finaliza su expresión, mira a su abuelo y le increpa: “Lelo, lee por favor”… Pero, no le da tiempo y expresa de nuevo: “Rojo el sombrero…”.
Es un momento ideal que aprovecha Píndaro y, con sus manos sobre los hombros de Herminio, le comenta: “¡Ah, caramba!”.
Y, Edu interrumpe a Píndaro al exclamar: “¡Ah, caramba!… Eso está en mi libro!… Mira, Lelo” –mientras con sus manitas pasa cada página y pone su dedito índice las veces que la expresión ¡Ah, caramba! es utilizada…
Sin otra alternativa que concentrarse en la lectura, Herminio exclama: “Roja la camiseta, azul la camiseta… Amarilla la camiseta… ¡Ah, caramba!”, mientras Edu lo observa como escudriñando a través de sus lentes, mientras pasa una de sus manitas por la calvicie de su abuelo…
Con un cuadro familiar que atrae al más distraído, Píndaro pregunta a Edu: “¿Y de qué color son los pantalones?, porque ya hemos leído sobre el sombrero y la camiseta…”. A lo que, sin titubear ni un ápice Edu le responde, al tiempo de leer: “Amarillos los pantalones, rojos los pantalones… Verdes los pantalones…”. Pasándole su mano por el pelo y en consonancia con el librito, Lelo exclama: “¡Ah caramba!”.
“Azul el abrigo… ¡Ah, caramba!”, exclama Píndaro, al meter sus narices y ver con sus propios ojos la sencilla ilustración de la pieza… Y, como haciéndoles ‘el coro’, Edu acelera el diálogo y exclama: “Rojas las medias, ¡Ah, caramba!”… La risa de Lelo no puede ser contenida por él, al mostrar su asombro por aquel pedacito de vida que tiene junto a él, pero cuya inteligencia va a dar mucho de qué hablar una vez crecido… Ya ha pasado de esperar ser leído, ahora ha escogido ser escuchado…
Con su cuerpo reclinado en las piernas de su abuelo, Edu se acomoda más y, con su manita demandante le agarra por la mano y le recuerda que se ha comprometido a leerle un tema ya escuchado decenas de veces por él, pero que una nueva vez nunca sobra… “Verdes los zapatos, amarillos los zapatos, Azules los zapatos, ¡Ah, caramba!” –dice un emocionado abuelo, a coro con Píndaro, quien entonces interviene y exclama: “Amarillo el sombrero, verde la camiseta, Azules los pantalones…(¡Moradas las medias), rojos los zapatos”.
Con la candidez propia de su inocencia, Edu agrega: “¡Ah, caramba!”
Herminio mira hacia sus adentros, buscando a su alter ego Píndaro… Su corazón late a grandes revoluciones por minuto… Mientras esto sucede, Píndaro se hace sentir de nuevo y le dice: “Herminio, estas tonterías serias son para todas las edades… ¡Disfrútalas”.