El alma de la toga

El alma de la toga

Nunca he podido estar de acuerdo con la gremialización de jueces  y juezas. En este país, por anárquico,  más que en ningún otro. Reconozco su derecho. Como diría Joan Manuel Serrat “La Constitución le ampara”. El derecho a la libre asociación, con fines pacíficos, es un derecho fundamental del ser humano.  Pero los jueces no son unos seres humanos cualquiera. Con sus muchas necesidades y aspiraciones, son dioses, o semi- dioses. Se les ha confiado la delicada y difícil función de juzgar a los demás.

De dar o  quitar libertades, haciendas, honras, reputaciones con su sentencia autoritaria, con pretensión de ser definitiva, infalible, por terrible que sea: El juez habla por sentencia, dicen,  y rompen el diálogo. Apegada a la ley  y al derecho, es necesario que así sea, apegado a lo justo sin  renegar la cortesía y  la humildad.   Las disputas entre particulares y  la lucha contra la criminalidad  hacen del juez una figura sumamente valiosa que necesita ser cuidada y  protegida por el Estado y  la sociedad civil, sin necesidad de sindicalización. Pero también ser supervisados y vigilados, en función  del uso de sus facultades y atribuciones. Nada más necesario y justo.

 Los sindicatos tienen un origen virtuoso y egoísta a la vez: “la unión hace la fuerza” y he aquí como esa fuerza positiva suele dirigirse en una sola dirección: la defensa de intereses particulares por encima del interés general;  y desencadenar una serie de acciones perturbadoras y peligrosas: paralización de servicios vitales o necesarios, huelgas pacíficas, también violentas, chantaje, extorsión  en defensa de intereses gremialistas. De transportistas, estudiantes,  médicos, guardianes de la salud y hasta los maestros, forjadores de la conciencia cívica nacional. Los jueces – y juezas – aún no han llegado a tal extremo.

 Recientemente, mientras  jueces de la Vega, con justa  razón, se congregaron  pugnando por mayor número de empleos,  mayores facilidades para el buen desempeño de su oficio y  una vida digna acorde con su investidura.

  La Asociación de Jueces y Juezas (sic) en cambio protesta  y se rebela contra el Consejo del Poder Judicial, órgano instituido  por la Constitución de la República para “el control disciplinario sobre  jueces, funcionarios y empleados del Poder Judicial.”  Sus motivos: dos de sus colegas han sido sancionadas con la destitución por sus desafortunadas sentencias, sin fundamento,  a favor de dos imputados de crímenes de femenicidio  y lavado de activo del narcotráfico. Considera la Asociación  que al actuar de esa manera  el Consejo  se extralimita. Actúa como gremio sindical, en interés particular, no nacional: Hoy por ti, mañana por mí, desvirtuando sus altos fines.

Nadie dice ni puede presumir que la función  de impartir justicia conforme con la ley  y el derecho es fácil. Tampoco  su sentencia  está libre de temores y tentaciones. Siendo falible, el Juez yerra. No siempre su sentencia es justa.  Como tampoco la ley que aplica o el procedimiento que maneja. ser. De ahí que se le exija prudencia y sentido de equidad, que no toque los extremos. No puede pretender que su “independencia de criterio” sobrepase el  límite de la  racionalidad,  la ética y la moral, sin la cual el derecho es pura caricatura.      

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