Resulta cada vez más lesiva para Haití directamente, con graves repercusiones para el resto de la isla Española, la falta de acciones por parte de la comunidad internacional contra la anarquía que permite pandillas que han sembrado terror y a constructores privados lanzados a alterar el curso del río Masacre contra el uso equitativo de sus aguas, violando tratados bilaterales y el derecho internacional. Perjuicios y afrentas a República Dominicana forzada a pagar un elevado precio y a hasta a auto-lesionarse económicamente para exigir respeto absoluto a su soberanía en permanente riesgo por la disolución de un vecino a lo largo de una frágil línea divisoria de 391 kilómetros, siendo una nación que no se mete con nadie y debe defenderse según las reglas del juego aunque se le prejuzgue, se malinterprete e ignoren sus razones.
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Inconsistentemente, y sordos a reclamos de la Organización de Naciones Unidas, los ejes del poder económico, político y militar de Occidente permiten, al no ejercer autoridad, las violaciones internas, brutales y anuladoras de los derechos de un pueblo de su propio entorno; mientras en distante lugar del globo, y a unanimidad, desbordan solidaridad por una causa libertaria, que aun aceptándose como justa, no lo sería menos que rescatar a Haití del desastre con operaciones puramente policiales de profilaxis imprescindibles para restablecer el orden y el estado de legalidad que República Dominicana requiere y merece, legítimamente, en su vecindad.