El Amazonas se hace digital

El Amazonas se hace digital

Luz eléctrica, televisión, DVD, GPS y cámaras digitales son avances tecnológicos que ya son cotidianos en las aldeas indígenas brasileñas de la cuenca del Amazonas y que, con gran velocidad, están influyendo en la transformación de su estilo de vida.

“Cuántos megapíxeles tiene esa cámara». Con esa sorpresiva pregunta nos asaltó Yanahín, indio waurá, justo después de que nuestra avioneta aterrizase en la pista de tierra que se abre, como una herida en la selva virgen, hasta el corazón de su aldea, en la reserva del Xingú (Mato Grosso, región centro oeste de Brasil).

Yanahín, con sus propias cámaras de fotos y de vídeo colgadas del hombro, acababa de registrar la llegada del avión monomotor. Se ha convertido, de facto, en el reportero gráfico oficioso de la aldea, que documenta el día a día de la comunidad y, además, las actividades que realizan lejos de las fronteras del Xingú.

Él comenta que le encanta el mundo de la fotografía digital. Eso le ha llevado a seguir los pasos de los líderes waurás en sus viajes de hermanamiento con otras comunidades indígenas, tanto en Brasil como en el extranjero.

Los waurás, buscando estrechar lazos con otros pueblos indígenas, ya han viajado a Colombia, para un encuentro de chamanes, que este año les llevará hasta Surinam. Ahora acaban de regresar de un viaje al sur de Brasil, junto a la frontera paraguaya, donde fueron para conocer a los guaraníes.

Su viaje más largo les llevará a Canadá el próximo julio. Yanahín espera estar allí, como en los otros encuentros, para engrosar su álbum fotográfico.

El resto de los waurás parece menos interesado en la fotografía, pero, en cambio, sí han incorporado un avance tecnológico que ha logrado gran aceptación y que prácticamente lo tienen todas las familias: la televisión.

Es raro encontrar una «maloca» -enormes chozas de estructura de madera y cubierta de paja- en la cual no haya un televisor, más grande o más pequeño, acompañado de una gigantesca antena parabólica instalada en la parte posterior de la vivienda.

Tupa, indio de la aldea, dice que lo que más le gusta ver son «las telenovelas y el fútbol». Un patrón muy parecido al resto de la audiencia brasileña.

El fútbol, en especial, se ha granjeado un lugar de honor entre los waurás, que han construido una cancha de tierra en el espacio central de la aldea, área privilegiada que sólo comparte con la «Casa de las Flautas», lugar más sagrado para esta cultura indígena.

Atamai, el cacique de la aldea, es un hombre de arraigadas tradiciones. Continúa rechazando la ropa occidental y sólo se viste cuando viaja lejos de la aldea. Receloso por la fuerte influencia televisiva, asegura que ésta le preocupa «porque puede poner en peligro nuestra cultura».

Una de esas amenazas es la temprana introducción del portugués, «la lengua del blanco» en las generaciones más jóvenes y más permeables. El cacique explica que «la lengua (waurá) es fundamental para crear el sentimiento de pertenencia a la comunidad».

Por ello, vehiculan su educación y su conversación sólo en su propio idioma y no aprenden el portugués hasta la edad adulta. Gracias a la televisión, los niños van a aprenderlo a una edad más temprana, con el riesgo inherente de desplazamiento de su lengua.

Y pese al desconocimiento del idioma, los niños adoran reunirse en una «maloca» después de cenar, para ver una película en DVD. Esta noche, boquiabiertos, ven una china de patadas, en versión original con subtítulos en portugués.

No obstante, para el cacique Atamai, la televisión no sólo tiene pegas. Él mismo tiene un aparato en casa y reconoce que le gusta ver informativos, porque «me gusta saber lo que pasa fuera de la reserva, con los madereros, la construcción de embalses, las políticas indígenas y las noticias de Brasil y de fuera».

Cómo llegó  el lujo tecnológico

Pero, ¿cómo llegaron todos estos lujos tecnológicos al centro del bosque tropical? El presidente de la ONG estadounidense Amazon Conservation Team (ACT Brasil), Vasco van Roosmalen, explica que «fueron los propios indios los que compraron los aparatos, ya que empezaron a ganar dinero trabajando para la Funai».

En los últimos años, la Fundación Nacional del Indio ha empleado y remunerado a algunos que trabajan en los puestos de vigilancia y de salud, que tiene repartidos por el parque del Xingú.

Aunque de ellos, para sacar un sobresueldo, han comenzado a vender productos de artesanía, como cerámica, collares, cestas y bancos tallados en madera en Canarana, ciudad más cercana, y a aquellos que visitan la aldea. Ahora, la comunidad está barajando la idea de ir a Sao Paulo a vender sus piezas de cerámica.

El dinero, el contacto con el hombre blanco y la televisión están transformando a los waurás. «Hace diez años esto no era así», explica Roosmalen. «Entonces, todos los indios iban desnudos, no tenían sentido del pudor».

Ahora, esa práctica sólo la continúan haciendo los más ancianos y algunos niños. El resto se viste con camisetas, pantalones cortos o bañadores, y muchos de ellos también usan sandalias. La mayoría de las mujeres no da un paso fuera de su «maloca» sin llevar puesto un colorido vestido de una pieza.

«Además, antes no tenían sentido de la propiedad, todo era comunitario», añade el presidente de la ACT. «Ahora esto está cambiando y los indios tienen muy claro que el dinero que ganan es para ellos».

No obstante, no todos los avances tecnológicos son una amenaza para las tradiciones indígenas. Alguno, como es el caso de los sistemas GPS, lo están utilizando para protegerse de amenazas externas.

Los waurás, como el resto de los catorce pueblos del Xingú, vigilan que la frontera de la reserva sea respetada por los «fazendeiros», como se denomina en portugués a los latifundistas.

Para ello, el GPS se ha convertido en un aparato de medición fundamental, sobre todo en la frontera occidental del parque, donde el trazo de ésta es rectilíneo, no sigue ningún accidente natural o curso fluvial, por lo que es complicado determinar qué está dentro o  fuera de sus límites.

«En muchos casos, los «fazendeiros» prefieren no saber dónde está la frontera», apunta Vasco van Roosmalen. Así que si éstos tratan de extender sus posesiones más allá de la línea imaginaria, los indios utilizan el GPS para detectar la infracción, y luego avisan por radio a la Funai, para que ésta actúe.

Está claro que la vida en el Xingú ya no volverá a ser igual. Saber cuál será el límite de los avances tecnológicos en el área indígena y si éstos acabarán por desestructurar su cultura es, por ahora, una incógnita.

Aunque de momento, su clima les protege de sufrir evoluciones más vertiginosas. «En la estación seca se producen polvaredas muy fuertes y los portátiles se estropean», lamenta Yanahín, a quien le gustaría contar con un ordenador para conectarse a internet y para descargar las fotos digitales de su cámara. EFE/Reportajes

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