El amor de antes

El amor de antes

No me siento ser un anciano -no lo soy-, un fuera de tiempo, o un personaje que sólo escucha canciones de cuna, como definían mis tres hijos cuando eran chicos a las canciones románticas que siempre escucho, esas que comparadas hoy con la porquería del merengue de calle o el reguetón son de diferencias abismales, acepto que la vida misma es una dialéctica, no se puede negar; pero las cosas han cambiado para mal, la ilusión, el ensueño, la galantería y el romanticismo han muerto en muchos jóvenes de las nuevas generaciones.

Las flores, los poemas, horas muertas en el teléfono, las serenatas, el hacer “esquinas”, los románticos boleros bailados con amor, todo eso  pertenece a un mohoso pasado que sólo existe en la memoria de los que tuvimos la suerte de vivirlos.

Al celebrarse mañana el día del joven arquero, no puedo yo, un militante apasionado de la amistad y del amor no comentar el tema del Día del Amor,  sentimiento tan noble que todo el que lo ha vivido sabe que le concede a lo cotidiano un sentido profundo, un aura misteriosa a lo ordinario, la dignidad de lo desconocido a lo familiar, y un destello de infinitud a lo finito.

Se ha planteado que cupido actúa vendado; por eso es que el amor es ciego. Son muchas las ocasiones que ese ser enamorado se encuentra rodeado por una oceánica incomprensión de los demás, que no entienden la limpia sencillez de la ecuación de estar perdidamente enamorado. Se traiciona a la soledad, se renuncia a los viejos ideales de ser desventurado, se embeleza el alma, se entrega usted en “forma total” en brazos del ser amado sin razón y corazón.

“Conversamos” anteriormente, que se ha  demostrado científicamente que el amor es “ciego”, con la tecnología moderna de que disponemos para estudiar el cerebro, se ha podido demostrar que cuando estamos enamorados algunas partes del cerebro se encienden, pero otras se apagan, en particular las que tienen que ver con la planificación y el juicio.

Lo más novedoso en el aspecto científico sobre el amor fue la publicación en septiembre pasado en la revista estadounidense Psychology Today de una investigación de las universidades holandesas de Ámsterdam y Leiden, describiendo los encuentros en los corazones de los rechazados socialmente por otros. Confirmaron que el rechazo resulta perturbador emocionalmente y causa alteraciones cardíacas, demostrado por la monitorización con el electrocardiograma.

Esta acción retardataria mediada por lo que llamamos el sistema nervioso autónomo es parte de nuestro sistema neuronal que controla sistemas de los que no tenemos control consciente, como la digestión y la circulación

Tratando de buscar explicación cardiológica, releí, el libro “Extrasístoles (y otros accidentes)” lo recomendamos, es de la autoría de un  médico dominicano, talentoso humanista y amigo, el doctor Jochy Herrera, quien ejerce  la cardiología en Chicago.

Lo cito: “Este órgano se expone frente a los descuidos y los excesos y frente a la melancolía, cual navío en tormenta, anclado en el centro del pecho resiste el abatimiento del diario vivir. En unas ocasiones el corazón escoge morir instintivamente y por propia elección, en otras, es el propio sujeto que opta por dejar que lo mate”.

Hoy sabemos cómo el cerebro nos mata  de amor, en  la más tierna sublimación  amorosa del alma.

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