El amor en «Manolo», de Disla,
y en la guerra de Abril

El amor en «Manolo», de Disla,<BR>y en la guerra de Abril

DIÓGENES CÉSPEDES
diógenes.cespedes@gmail.com
La represión sexual durante el breve lapso que duró la guerra patria en el perímetro de Ciudad Nueva no fue únicamente en contra de las mujeres, sino que también fue ejercida en contra de los jóvenes.

Brunilda Amaral describe la situación, aunque todavía con cierto eufemismo inconsciente: “Las cosas se daban igual para los hombres. Venía el castigo de encerramiento, de expulsión del comando; venía el castigo de que si era militante de no sé qué nivel, lo bajaban a otro. Era una cuestión que la disciplina de la organización le imponía, no era una cuestión espontánea. […] la moral no existía, porque el compañero no era respetuoso porque tenía que ser respetuoso, sino porque si no era respetuoso con la compañera le podía venir una serie de cosas a las cuales él no tenía capacidad de enfrentarse, como era que lo vejaran delante de una serie de compañeros, que lo encerraran, que lo bajaran de nivel. […] Lo mismo para las mujeres. La mujer  por su condición de mujer  perdía más, porque se la rechazaba. La “perdida”, la tal, la cual. En fin, que no era asunto de moral; le he puesto moral por llamarle de alguna manera, pero asunto de represión, de represión para mantener el orden y lo demás.”

Esa es la práctica política del amor del Poder. Los jefes, ¿qué hacían con su vida sexual? Los jefes de la guerra civil, con contadas excepciones, hicieron lo que la era de Trujillo les enseñó; al igual que los jefes del 14 de Junio hicieron lo mismo, con contadas excepciones, por supuesto. Esa práctica del amor pasional con dominante masculina todavía permeada por la ideología del romanticismo, es la que muestra fehacientemente la novela “Manolo” de Edwin Disla.

En la novela, no hay diferencia entre la práctica instrumental amorosa de Manolo y Luis Genao Espaillat. Las mujeres son instrumentos, objetos de cambio. Una vez usadas, se las tira y se las sustituye por otras, como en la guerra de abril. Pero esa guerra de abril producirá, luego de la asunción del poder por Balaguer, una feroz utilización de la mujer por parte de los revolucionarios que entraron a la clandestinidad. Todavía este capítulo no ha sido estudiado con detenimiento, pues al implicar intimidad, sentimientos y emociones, el secreto es su mayor garante. En aquel período la mujer fue usada como moneda de cambio, es decir, pase de un revolucionario a otro; era usada como fuerza de trabajo casi servil. Ella trabajaba y mantenía al revolucionario, hacía los oficios domésticos, criaba los hijos y servía de correo.

Quizá algunas mujeres que asumieron esa situación de instrumentalización la vieron como un estado natural de la revolución y se entregaron a la política sin mayor reflexión. En esta condición, ha asumido ya ese tipo de mujer la ideología del amor pasional, reforzada por los clichés del romanticismo y la concepción bíblica.

A causa de esta ideología, el grueso de las niñas, ya adultas, están dispuestas a aceptar esa instrumentalización y subordinación al poder masculino y a rechazar una concepción anti instrumental del amor como sistema: la del gusto y la conveniencia en la elección de pareja, un proyecto de vida en común, el deseo de estar siempre juntos, lo cual produce una relación sexual con amor, según el psiquiatra español Enrique Rojas.

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