El amor en medio de la tragedia

El amor en medio de la tragedia

Los gritos de un hombre al que curaban sin anestésico en el refugio de Font Parisian hizo que el más duro de los que estaban allí reacionara; el miedo y la indefensión están presentes en cada espacio que se pueda pisar.

“Impotencia, eso es lo que se siente”, dijo conmovido el ministro de Salud Pública, mientras un médico infectólogo que estaba cerca se tapó los oídos y cerró los ojos, para que los gritos del fornido paciente haitiano no lo siguiera lacerando. En mi caso, ya no sentí dolor por los muertos, sino por las miradas de tristeza de hombres, mujeres, niños y ancianos tirados en el piso y con terror a que los regresaran a un edificio.

Tanto en Haití como en la frontera dominicana han primado los gestos de solidaridad que hace que una piense que el amor está presente en los seres humanos. Si bien es cierto que el dolor colectivo nos rodea, que todavía hay espacio para el resentimiento, las manos de médicos, enfermeras y voluntarios han estado donde está el dolor, devolviendo la vida y la dignidad a seres humanos.

Como es propio de la condición humana, hay personas preocupadas porque las cámaras vean lo que hacen, en medio de los niños y adultos mutilados, algunos se preocupan por posar para las cámaras, pero sobre todo muchos seres humanos están interesados en ayudar y no saben cómo.

En medio de la tristeza, mucha gente, creo yo, ha vuelto a sentir sensibilidad por los que sufren, ha retomado el destino del ser humanos que es el amor y ha volcado en darse, que es más importante que dar cosas.  Sin embargo, en medio de la tragedia cabe señalar, se ha organizado una especie de turismo morboso que estorba la labor de médicos y socorristas.

El amor se ha crecido y ha recobrado su dimensión en medio de la tragedia, eso hará que como dice el cántico religioso, haya paz en medio de la tormenta y talvez armonía entre la teoría sobre nuestra condición humana y la práctica.

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