El amor por la música convierte a niños del campo en pequeños virtuosos

El amor por la música convierte a niños del campo en pequeños virtuosos

Panguipulli, Chile, AFP.- El amor por la música, la constancia y la capacidad de superación han convertido a los niños de Panguipulli, un modesto pueblo del sur de Chile, en pequeños virtuosos gracias al empeño de un puñado de voluntarios que les enseñan solfeo, canto y ballet clásico. 

Los habitantes de Panguipulli, que en mapudungún significa “tierra del puma” en idioma mapuche, vivieron durante años de la epxlotación de los bosques. La madera era necesaria para construir la línea férrea, pero el tren hoy ya no pasa por allí.

Tras el cierre del ferrocarril, la comuna inició un declive económico que hoy en día intenta repuntar con el turismo de aguas termales, especialmente durante el verano.   Sus habitantes en su mayoría son descendientes de los primeros mapuches que poblaron la zona y también de colonos chilenos y alemanes.

De estos últimos heredaron el gusto por la música culta que se ha extendido por buena parte del sur de Chile. Pero en el medio rural chileno las necesidades son muchas y las posibilidades de desarrollar estudios de conservatorio, prácticamente nulas.

Por eso, hace ocho años, un grupo de entusiastas voluntarios apoyados por acaudalados empresarios que tienen sus casas de residencia veraniega en la zona se pusieron manos a la obra para impulsar un proyecto que ha dinamizado la vida cultural del pueblo y también apoya a los pequeños emprendedores.

El trabajo de la Corporación Adelanto se dirige fundamentalmente a la población más vulnerable de Panguipulli, la mayoría de cuyos habitantes viven en condiciones de pobreza, y su gran proyecto es la Casona Cultural, un antiguo convento capuchino transformado hoy día en el epicentro social de la comuna.

“Este lugar nació para albergar el espacio de ensayo de la Orquesta Infantil de Panguipulli, pero la pobreza nos llevó a trabajar también en temas sociales”, explica Pamela Calsow, la jefa de proyectos.

“El motor es la cultura, pero nuestro fin es integral, y por eso hoy apoyamos todas las áreas”, señala Lorena Paredes, encargada cultural de la casona. Un grupo de niñas de apenas cuatro o cinco años corretean alborozadas por los fríos pasillos de la casona vestidos con un tutú de color rosa. Las pequeñas bailarinas de danza clásica están preparando un ballet de “La Sinfonía de los Juguetes”, de Mozart. La música correrá por cuenta de la orquesta infantil.

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