El amor sigue vivo

El amor sigue vivo

“Den gracias a Dios por todo, porque esto es lo que él quiere de ustedes como creyentes en Cristo Jesús”.

1 Tesalonicenses 5:18

Algunas personas parecen amar con naturalidad. Sin embargo, otras hemos tenido que cultivar el amor, sorteando grandes desafíos. Desde que tengo memoria, el amor ha sido para mi una tarea. La palabra tarea viene del árabe رحة (tariha) que significa asignación o trabajo. Por mucho tiempo, me sentí cansada, impotente, frustrada y agobiada de llevar esa tarea sola.

En ocasiones, el dolor llegó a ser tan desgarrante que en varias oportunidades consideré quitarme la vida. Por aquel entonces, no había comunidades en Facebook ni la gran cantidad de grupos que actualmente tenemos a disposición para acompañarnos en los procesos que vivimos. Sin embargo, conté con amigos con los que compartí gustos e intereses, y sostuve nutritivos encuentros.

Aunque al principio no me daba cuenta, poco a poco fui comprendiendo (y experimentando) que aunque una parte de mi podía continuar sufriendo, hay otra fuerza en mi interior que me brinda paz, amor, gozo y luz, sin importar lo que me ocurra. Hoy día, llamo “Dios” a esa Fuente de energía amorosa que me sostiene y llena de sentido todo lo que vivo.

Gracias a esta Fuente interna puedo contener lo que ocurre, y soy capaz de decir “sí” a lo que no puedo cambiar. Asentir lo que es me ha permitido utilizar el dolor como medio de crecimiento. He aprendido a reconstruirme fácilmente sin necesidad de dramas.

Pak Subuh, creador de Subud (abreviatura de las palabras Susila, Budhi, Dharma), una filosofía que nos ayuda a seguir la Voluntad de Dios, dijo: “Sufres porque quieres ser más rápido que Dios…». En las terapias sistémicas encontré un camino que además de ayudarme a sanar, me ha ofrecido una manera de ayudar y servir a los demás.
Estoy viviendo el mejor tiempo de mi vida. Actualmente, puedo ver al dolor como una invitación que la vida me extiende, para pasar a un espacio mayor y mejor para mi. Al sentir presión, oigo claramente una entusiasta voz interna que me dice: “¡A crecer!”.

La semana pasada, superé una maravillosa prueba. Luego de una situación difícil con alguien a quien quiero mucho, le propuse un encuentro para hablar de lo ocurrido. Mi intención era abrir mi corazón y dejar que el amor restaurara lo que el ego había lastimado.

Para mí, el deseo profundo o intención no era rescatar una relación, sino más bien, estar presente para una conexión y abrirme a las posibilidades. Una de las cosas que he aprendido, es dejar a un lado la forma cómo pienso que las cosas deben ser, para permanecer abierta al plan que Dios tiene para mí.

Aunque la persona aceptó el encuentro conmigo, al final lo boicoteó alegando que se había confundido y se había ido a su casa. Aunque era temprano aún, argumentó que no quería volver a salir, y propuso que nos encontráramos en otro momento. El evento puede parecer algo simple, sin embargo, las lecciones más importantes vienen de este modo.

El orador y motivador estadounidense Jim Rohn creía que todas las cosas, aún la adversidad, tienen un propósito en la vida. ¿Qué me mostraba la otra persona? ¿Qué me intentaba decir Dios con este evento? Con el tiempo, comprendes que todo es exactamente como debe ser.

Los retos son parte de la vida. O bien me decepcionaba y sufría, porque el otro despreciaba mi petición de reconciliar el dolor y regresar al amor, o confiaba en que estoy siendo guiada hacia algo mejor para mí. En vez de ver un desplante, elegí ver en el “desencuentro” un mensaje de amor de Dios.

¿Cómo sentir infelicidad o decepción cuando sé que Dios está obrando? La experiencia vivida me regaló la oportunidad de ver que ya no estoy en manos de mi ego. Eso no significa que soy una “gurú” ni una persona superior, pero me deja claro que mi identificación no es con la materia (lo único que puede ser amenazado con el dolor), sino con el Ser espiritual que mora en mí, y me brinda la seguridad en Dios.

Sigo amando a la persona que me hizo el desplante. Su acción carece de poder para hacerme sentir mal. Sólo puedo sentir compasión por ella. Oro para que recupere las fuerzas y pueda contactar los recursos que le permitan abandonar el resentimiento. El Escritor francés Francois de la Rochefoucauld creía que mientras se ama, se perdona.

El miedo presenta la evidencia falsa como si fuera real. En la vida como la conocemos, la muerte se percibe como la mayor pérdida. El domingo de ramos iniciamos la Semana Santa, el momento litúrgico más intenso del año, en el que los misterios de la pasión, muerte y resurrección de Jesús nos recuerdan el valor de darle a Dios el primer lugar.

Los siete días de la Semana Mayor nos permiten ver claramente que lo importante no es recordar con tristeza lo que Cristo padeció, sino comprender que el amor sigue vivo y celebrar el poder que tiene el amor para vencer a la muerte.

Más allá de lo que nos ocurre, todos tenemos la oportunidad de sentir el gozo y sentir el toque del espíritu en nuestro interior. En ocasiones, lo que parece una mala experiencia, en realidad es la oportunidad para soltar el prejuicio, ver lo mejor en los demás, brindar perdón y escoger el amor, en vez del resentimiento.

Las últimas semanas me han devuelto la confianza en el amor. He escogido el amor de Dios por encima de cualquier otro. Tengo fe en el cuidado, el poder y la gracia de Él. Tengo confianza en el bien divino. Sin importar el modo en que se presente mi realidad, sé que el amor sigue vivo y que Dios está al mando de lo que me ocurre. Dios es amor, ¡y yo confío en Él!

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