El amor y la amistad como emociones

El amor y la amistad  como emociones

El próximo miércoles, celebraremos el día del amor y la amistad, hermoso día en el que aplaudimos el tener buenos amigos y recordar cuando el “inocentico” arquerito con carita de ángel cándido, el llamado Cupido nos flechó. Sean cuales sean las emociones básicas, podemos plantear que estas cumplen una serie de propiedades que las hacen distintas: una emoción, como la alegría o la tristeza, es el resultado de un patrón complejo de respuestas químicas y neuronales. Desde la etimología, emoción significa e-motion, poner en movimiento, preparar el organismo. El cerebro está determinado por la evolución, para responder ante los estímulos (un objeto, la persona amada o una imagen mental, etc.).
Existen por los menos dos buenas razones que explican el porqué los estudios de laboratorios no llegan a explicar de una manera completa los sentimientos y los procesos mentales (ejemplos, el enamoramiento o el placer por el arte). En primer lugar, si bien las emociones se desarrollan como un proceso biológico, al final se concretan como un asunto personal complejo; la segunda, constituye el sentimiento, es decir una dimensión mental en la conciencia. Por la misma razón, solo podemos percibir nuestros propios sentimientos. Un sentimiento tan misterioso como el amor romántico, atrae también la atención de los neurocientíficos. De todas las emociones, el amor es probablemente la más indómita y polifacética. El incluye: la alegría, el placer, la angustia, el entusiasmo, la tristeza, e incluso la ira. Desde hace muchos años, ellos han tratado de reducir el “encantamiento” de estar enamorado a fórmulas físicas y a la actividad de neurohormonas, sin embargo, hasta el día de hoy no lo han logrado y por ello no hay una definición que pueda englobar todas sus complejidades. Por eso, cada uno que haya sentido el amor tiene su propia interpretación y con un disfrute placentero muy exclusivo de la plena felicidad, sin límites de edad, ni de ninguna otra condición humana.
En el lenguaje popular, se habla de la “química entre dos personas” para referirse a la amistad y al amor. En verdad, existe la concentración óptima de neurotransmisores en nuestros cerebros se encarga de que se active en las profundidades neuronales un “interruptor interno”: esto es la versión moderna del “flechazo del inocente Cupido”. Al enamorarnos, el placer entra por los ojos hasta el tálamo, luego pasa al área del reconocimiento facial y rápidamente al sistema límbico, cuya excitación provoca la descarga de endorfinas que causan placer. Iguales áreas se estimulan con la grata compañía de los buenos amigos. El neurotransmisor dopamina, nos incita a querer más dosis de amor (caricias, besos, aromas, viscosidades, abrazos, etc.), es la razón de por qué el amor puede producir adicción.
La “química” del amor, es consecuencia de que, en los humanos, el enamoramiento activa una serie de sistemas en todo el organismo (piel, ojos, cabellos, corazón, intestinos, glándulas, páncreas, etc.), dirigidos por nuestro órgano rector, en los que participan: dopamina, adrenalina, serotonina, testosterona, estrógenos y oxitocina. La antropóloga biológica Helen Fisher, la autora de “Anatomy of Love and Why Him? Why her?” (La Anatomía del Amor, ¿Por qué él? ¿Por qué ella?) luego de un survey vía internet, donde se evaluaron más de 14 millones de personas, encontró que las personas con personalidades con dopamina-dominante (curiosos, creativos, aventureros), tienden a aparearse por atracción con personas similares. Los serotonina dominantes (tradicionales, concienzudos y seguidores de reglas) preferían personas parecidas a ellos. Por igual con los estrógenos dominantes (imaginativos, contextuales, naturales) se sienten más atraídos por sus afines. Se ha demostrado con la Resonancia Magnética funcional, que cuando estamos ensimismados en el “enamoramiento pleno”, el sitio más activo en el cerebro es el área tegmental ventral (base cerebral), una de las áreas dopaminérgicas de las “recompensas”, ¿será esa el área del flechazo? Los que hacemos neurociencias aun no podemos explicar “el amor,” solo lo logran los poetas, ellos sí pueden revelar sus complejidades, por eso cito al poeta, el fraterno y preclaro José Mármol: “Amor. La experiencia del amor es indecible y nunca espera. No hay palabra que decante la ternura de su horror. Mas no el bosque precioso de tu boca cuando habla. No el torrente de luz en su mirada. No las firmes fronteras de su delta en el pubis. No la forma exacta de arroparme con un beso… ¡Felicidades el 14 a todos mis amables lectores!

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