El andaluz prieto

El andaluz prieto

EMMANUEL RAMOS MESSINA
Ahora que sólo se habla de clavarle más impuestos a las flacas costillas del pueblo y de quitarle todas las plumas a la gallina, sin que ésta cacaree, ponemos un tema andaluz para distraer al lector de esas dolorosas penas terrestres.

¿Por qué llamarán a la fantasía «la loca de la casa»? Ortega y Gasset

El dominicano es un ser que, no importan sus miserias y tribulaciones, vive confiado, pues tiene a la Virgen curándolo y arreglándole gratis su situación, y dándole, vía los sueños, los números de las loterías; y aunque el lunes falle y se pele, no importa pues el año está repleto de lunes; claro, la mala suerte existe, pero contra ella siempre estará la buena suerte esperándolo en cualquier esquina. Es pura cuestión de esquinas.

Además, él sabe y tiene la lucidez de comprender que su buena estrella no le vendrá vía los poderosos, que están únicamente en sus repartideras, sino que le vendrá del más allá, porque eso se lo dijo el cura, y la sotana no miente…

Por esas imaginaciones muchos piensan que somos unos andaluces trasplantados en sus embustes y misterios; que somos un injerto cultural que prendió, hijos de aquellos descubridores que supieron retar todo el embrujo del bestiario marino de gigantes con criaturas traga barcos; medusas de cien cabezas, sirenas que cantaban las melosas canciones de Ulises; sí, sirenas rubias con rostro de mujer, cargando niños y con deliciosas tetas grandes para toda la tripulación.

Y contando con esas armas celestiales pregunta un incrédulo, ¿por qué seguimos enfermos, rotos y pobres y burlados? Quizás porque nuestra divina patrona está ocupada resolviéndole los problemas a los otros dominicanos en la cárcel o más enfermos, o presos o buscados, o porque se le fue la mano con lo ajeno. Sí ella, para nosotros, en su divina computadora, en su basílica, mantiene el orden perfecto de sus concesiones y milagros y el orden más perfecto y matemático de todos los astros, planetas y galaxias.

Esos monstruos marinos y mentiras que Colón y sus marineros temían, al andaluz le llegan de lejos, del Islam, de Las Mil y Una Noches, de Aladino, de la misma Roma y Grecia, donde los dioses bajaban de los cielos, no sólo para copular con las bellas cibaeñas de allá (pues el Cibao queda en todas partes); bajaban para otorgar perdones, impunidad y felicidad; porque como dijimos el dominicano, en su fantasía que es más rica que su razón, siempre confiará que en su futuro, en su horizonte, está y estará esperándolo su solución, su felicidad, aunque para ello tenga que seguir comprobando billetes, jugando un san, soñando despierto y prendiendo las velas blancas en ilusos altares.

Por eso y por el ron, nuestra estadística de suicidios es inesperadamente baja; y como decía mi maestro Patín Maceo que «aquí cuando a uno le va muy mal y le entran esas inoportunas gamas de suicidarse, nos quedamos dormidos soñando con los muslos de la mulata aquella…».

Quizás exageramos nuestro andalucismo, pero basta recordar que en otras épocas cada civilización y cultura, hasta la nuestra, tiene sus fantasías, sus mentiras, sus dioses; así han desfilado los babilonios con su Aura Mazda, los egipcios con su Isis, los griegos con su Zeus y Apolo, nosotros afro-andaluces con Papá Bocó, y Ogún Bacosó y su pandilla. Y como somos un pueblo imaginativo, y por el delirio del hambre y el paludismo, generamos poetas, novelistas, cuentistas, políticos embusteros, cucos, fantasmas, zombies andando con los ojos tiesos, ciguapas y otras modalidades del disparate.

Y al gran representante nuestro, al empresario informal, el chiripero, que no se preocupe, que la cena está al doblar de la esquina, y que grite sus verduras con fuerza, que la doñita de bata descolorida de la mañana saldrá con sus rolos asueñados a manosear las berenjenas y el aguacate, y del seno sacará unos pesos olorosos a sostén y a ilán-ilán, para cuando llegue el marido agrio, golpee menos, mucho menos…

Por eso en las mañana claras, a lo lejos, casi esfumándose en el horizonte, creemos ver a Sevilla, el Guadalquivir, la Giralda y hasta unas gitanas sonando castañuelas, poesía, azahares, alhambras, imaginación, literaturas, embustes… ¿Quién sabe? Ya se lo advertimos… somos embusteros que hasta creamos repúblicas que no existen…

Publicaciones Relacionadas

Más leídas