El Ángel de la Natividad: 21 de diciembre

El Ángel de la Natividad: 21 de diciembre

El 21 de diciembre es el momento de preparar y llenar de luz nuestro hogar para la conmemoración más importante: la nochebuena. Cuenta la tradición, que desde hace más de 2,000 años cada 21 de diciembre desciende a la órbita de la tierra el Ángel de la Navidad, aquel que acompañó al Arcángel  Gabriel para anunciar la llegada del Salvador, y se quedó en aquellos días para cuidar y guiar a los pastores que fueron a honrar al Mesías.

El descenso del Ángel de la Natividad, coincide en el hemisferio norte con el solsticio de invierno, el momento en que el Sol entra en el signo de capricornio. En este momento el astro rey se encuentra en el punto más alejado de la tierra, por lo que a partir de hoy las noches serán más largas y los días más cortos.

El Ángel de la Navidad desciende el 21 y nos acompaña durante tres días, hasta el nacimiento del niño-Dios. Este período es para estar en armonía con nosotros mismos, con nuestros semejantes y con toda la creación, en actitud de recogimiento y agradecimiento a nuestro Creador.

El hecho de que el nacimiento del portador de la luz ocurra en el período más oscuro del año está lleno de significados simbólicos. La referencia la encontramos en el prólogo del Evangelio de San Juan: “Y la luz en las tinieblas brilla”. No es posible encontrar la luz en la claridad. Es la oscuridad la que nos permite percibirla.

Los tesoros no se dejan en la superficie donde cualquiera los pueda encontrar. Los alquimistas hacen referencia a esto, señalando que lo esencial sólo se alcanza en el lugar donde las personas no están dispuestas a mirar, porque les parece demasiado lúgubre y oscuro.

El Salmo 91(11-12) dice: “Pues a sus ángeles mandará cerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra”. Un ángel es un Ser de luz que nos acompaña en el camino a casa, un mensajero divino creado por Dios para ayudarnos a descubrir quienes somos. Moses Maimónides dijo: “Cada persona que tiene a su cargo una misión es un ángel”.

Dice un refrán que en casa limpia los ángeles bailan de gusto. En el aspecto espiritual, la preparación del hogar para recibir el Ángel de la Natividad se basa en una limpieza que se hace de la siguiente manera: primero limpiamos y ordenamos físicamente. Para purificar energéticamente, compramos incienso en grano de buena calidad y carbón vegetal. Encendemos el carbón al rojo vivo y lo colocamos en un recipiente con mango (resistente al calor), le echamos un poco de incienso encima.

También podemos usar un incensario del que se usa en la iglesias (un recipiente de metal con tapa, que cuelga de unas cadenas), para esparcir el humo del incienso quemado. Algunas personas agregan perfumes florales, maderales o frutales, según el gusto. Otro modo es encender varillas de inciensos.

Cuando el incienso comience a desprender el humo, caminamos por todo el espacio llevando el recipiente que lo contiene, para facilitar la penetración del aroma por todos los rincones. Luego, abrimos por unos minutos las puertas y ventanas, para compartir la fragancia con el mundo. Después, podemos cerrarlas nuevamente y procedemos a preparar un espacio sagrado.

Este día, se adorna la mesa para una fiesta con velas doradas o blancas, y algún arreglo de flores. Se hace (o se compra) pan dulce, caramelos, chocolates, golosinas y alguna bebida especial. Si tenemos alguna figura o lámina de ángeles, se coloca en la mesa-altar. Un refrán español dice que casa donde hay ruda, el ángel la saluda, así que además de las flores, suelo poner un ramo de ruda en un recipiente con agua.

Cuando los ángeles nos visitan, no escuchamos el batir de las alas, ni el roce de sus plumas, pero percibimos su presencia por el amor que despierta en nuestros corazones. Esta ceremonia es tan linda, que me encanta compartirla En algunos lugares, este día se hace un intercambio de regalos o “angelito”.

Antes de entregar los obsequios o compartir los dulces y bebidas, se hace la bendición del hogar y de las personas. Dejamos que el Espíritu Santo toque nuestros corazones y nos dé el mensaje. Yo suelo empezar con esta oración:

“Bendito eres Dios nuestro Rey del universo. A tí, Altísimo te pedimos con humildad que bendigas nuestra entrada, permanencia y salida de esta casa, y te dignes santificarla así como lo hiciste con la casa de Abraham y de Jacob, en la que hiciste habitar entre sus paredes a tus santos ángeles.

Asimismo haz que guarden bien y defiendan a los habitantes de esta casa de toda alma mala, nuestro cuerpo defiendan de cualquier ataque de la oscuridad. Da, Señor, a esta casa la abundancia de virtud celeste y la multitud de dichas de esta tierra. Te lo pedimos en el nombre de tu hijo amado Jesús. Amén, amén y amén”.

Entonces, procedemos a encender las velas bendecidas y las dejamos arder hasta que se consuman. Se regalan los caramelos, dulces o panes que preparamos o compramos, y hacemos juntos las 21 peticiones: 7 personales, 7 colectivas y 7 universales. Cada quien guarda sus peticiones en un sobre azul, que abriremos y evaluaremos en el otoño del siguiente año. Hecho esto, procedemos a brindar y celebrar.

Este día, el Ángel de la Natividad prepara nuestros corazones como un pesebre para acoger al Niño Jesús, expresándose en generosidad, reconciliación, alegría, paz y amor. Por medio de nuestras acciones, podemos servir como mensajeros de Dios en la tierra. Sentir y mostrar a otros el amor de Dios es parte de nuestra misión. Como dijo el poeta William Blake: “El ángel que presidió mi nacimiento dijo: Pequeña criatura, fruto de la dicha y de la risa, ve y esparce amor”.

 

¡Feliz Navidad!

 

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