El anhelado regreso de “el Padrino”

El anhelado regreso de “el Padrino”

Contrario a lo que se esperaba, los mafiosos de Chicago y Nueva York, recibieron con agrado la novela de Mario Puzo, y desde rincones en penumbra se apreciaban las mangas blancas que saludaban al escritor con simpatía, le mandaban champán y pagaban la cuenta,   y luego se ofrecieron a colaborar gratuitamente en la realización de la película.

Los jefes mafiosos agradecieron a este autor de origen italiano, que mostrara al mundo la cara amable, humana de los capos. El libro describió la mafia como una forma de adaptación de migrantes a un medio hostil, que, por encima de todo, estos hombres amaban a sus madres y a sus hijos, y respetaban algunas reglas de juego de una sociedad que los maltrataba y explotaba pero de la cual, si no ellos, sus hijos algún día podrían ser miembros respetados. El Padrino tenía reglas, o al menos excepciones. Se podía negociar y extorsionar y asesinar, pero jamás admitir el negocio de la drogas, porque era cuestión de honor.

Los maffiossi eran gentes que se daba a querer entre sus relacionados, siempre que no se entrometieran con sus negocios, así como Quirino y Florián. Personas que mataban a rivales y traidores, que robaban, evadían impuestos, llevaban doble cara y doble contabilidad. Una característica de los mafiosos ha sido su capacidad de innovar y de asumir riesgo. Igual que otros prototipos, como verdaderos hombres de negocio (no sería prudente llamarlos empresarios, para evitar prejuicios, y por el honor de gentes buenas que se dedican a los negocios lícitos, aunque técnicamente no es fácil diferencial a un corsario, un mafioso y ciertos tipos de negociantes); narcos, mafiosos y políticos (hay muchas excepciones) son verdaderamente emprendedores, innovadores, corredores de riegos, líderes de grupo: verdaderos capitanes de “industria”.

Algunos aman a Dios en el fondo de su corazón. Honran a sus madres y a la virgen, a ojos vistas y con toda ostentación. Y algunos definitivamente preferirían no tener nada que ver con las drogas, aunque crean que un poco de lavado no le hace mal a nadie y ayuda a la balanza de pagos y a los numeritos del Banco Central y del FMI.

Al lado y aparte, pero también asociadas con esas gentes, existen otras gentes y condiciones para que, ya negociada la impunidad de ciertos actores claves, se puedan poner reglas nuevas, para llevar al país a cierto orden moral e institucional. Son gentes con muchos defectos y debilidades, pero probablemente son las únicas gentes que pueden llevar adelante el pacto de nación que hace falta. Al mejor estilo del Padrino, o de los grandes negociadores.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas