El anillo de fuego de Santiago

<P>El anillo de fuego de Santiago</P>

Ya no se trata de la idílica canción de Juan Lockward que el Yaque rodea a Santiago como un cinturón, sino que las protestas populares rodean a la ciudad corazón como un anillo de fuego, preocupante y fiel exponente del gran descontento cívico por el descuido oficial por las malas condiciones de calles y carreteras.

Desde las comunidades norteñas de Los Cocos de Jacagua hasta las orientales de Licey y pasando al Sur por la de Palo Amarillo, Yagüita de Pastor y hasta Navarrete por occidente, todas mantienen encendido el fragor de las protestas, que en un momento surgieron espontáneas, para luego ser atizadas y estimuladas por agrupaciones políticas, algunas de una izquierda trasnochada cuyo único trabajo es mantener viva una agitación entorpecedora del trabajo.

El trabajo en Santiago está disminuyendo con los frecuentes despidos en las decenas de empresas de Zona Franca y en la tabaquera, condimentando un caldo de cultivo de fácil combustión, como lo demuestran las exigencias que lucen lógicas, ya que todas están centradas en que se reparen las vías de comunicación, que se garantice el agua potable o se les suministre energía con mayor regularidad.

Las organizaciones populares le han encontrado el lado flaco a las autoridades, que si no reciben presión de los gobernados, siguen tan campantes como el whisky aquel, ya que en sus sorderas, van en proporción directa al bienestar que les reportan sus puestos de lujo en oficinas climáticamente bien ambientadas y mejor decoradas, aparte del disfrute social de sus posiciones, que quizás muchos no lo habían disfrutado antes y ahora se codean con los grupos rancios de la sociedad, que los agasajan y estimulan para hacer variopintos negocios.

Hoy, Santiago, está en un escenario previo de la conmemoración del 165 aniversario de su increíble batalla, que según los relatos, como el de José María Imbert, no ocurrió ninguna baja dominicana, mientras las fuerzas haitianas de Pierrot se batieron en retirada desorganizada, dejando cientos de muertos de su ejército de 10,000 hombres que habían llegado frente a la ciudad, dejando a su retirada incendios múltiples de viviendas. Pero en el siglo XX, las frustraciones y descontento popular, provoca el fuego de cientos de neumáticos para hacerse sentir, lo cual provoca la reacción oficial con el envío de equipos de construcción para aplacar las demandas cívicas y reparar las vías, pero previamente había recibido la descarga de perdigones, la represión policial y los efectos nocivos de los gases lacrimógenos con perjuicios a la salud de los infelices, cuyo único delito es reclamar que las autoridades atiendan sus reclamos.

El anillo de fuego de Santiago, ahora apagado, debería motivar a las autoridades a modificar sus procederes de seminarios, cumbres y mucho teorizar sin aterrizar, ya que las nimiedades de la vida cotidiana de los gobernados son descuidadas miserablemente por quienes evaden cumplir los mandatos exigidos por los cargos para los que fueron designados, varios de los cuales fueron comprados a buen precio para resarcirse de los gastos electorales.

Los dejan inamovibles en sus funciones por más ineptos y corruptos, por esa cola de millones de pesos aportados a la campaña.

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