Rochester. Esperó mucho tiempo por este día y cuando los médicos le acercaron un espejo, Andy Sandness observó su imagen detenidamente y respiró hondo ante la magnitud del momento: tenía un rostro nuevo, que perteneció a otra persona.
Su padre y su hermano, además de médicos y enfermeras de la Clínica Mayo, vieron cómo examinaba sus facciones hinchadas. Estaba apenas empezando a cicatrizar luego de una de las operaciones más raras del mundo: un trasplante de rostro, el primero jamás realizado en este centro médico. Tenía la nariz, los cachetes, la boca, los labios, el mentón e incluso los dientes de su donante. Todavía no podía hablar bien, pero se hizo entender.
“Es mucho más de lo que esperaba”, escribió en su anotador. “No sabes lo feliz que eso nos hace sentir”, expresó el doctor Samir Mardin al leer el mensaje en voz alta, mirando al hombre de quien se había hecho amigo a lo largo de una década.
La operación fue la culminación de una dramática historia que involucró a dos muchachos de 21 años que decidieron suicidarse. Uno de ellos murió, mientras que Sandness sobrevivió al disparo que se hizo en la cabeza. Pero su rostro quedó destruido.
Sus destinos no se cruzaron por años, y cuando lo hicieron en una sala de operaciones, la tragedia de uno de ellos le dio al otro la esperanza de poder hacer una vida normal.