El antihaitianismo a flor de piel

El antihaitianismo a flor de piel

El antihaitianismo ha explotado espontáneamente a raíz del lamentable suceso de Pedernales cuando dos esposos fueron asesinados por maleantes haitianos que huyeron a su país a refugiarse. Y es que allí se sienten protegidos debido a que las autoridades de ese territorio ignoran a los requerimientos de las autoridades dominicanas cuando le solicitan la entrega de delincuentes que han cometido sus fechorías en el territorio dominicano.
Este caso reciente desbordó la copa de la paciencia y del aguante de los dominicanos fronterizos y más en una zona donde el desempleo está ahogando a la población adulta después del cierre de la fábrica de cemento, la zona franca, y la suspensión de la extracción de la bauxita y piedra caliza de Cabo Rojo. Y además el aprovechamiento turístico y explotación de la Bahía de las Águilas es una promesa que no acaba de dejar de serla. También languidece, pese a los parques eólicos, la zona caribeña de Oviedo con su laguna y los flamencos que engalanan el paisaje.
La zona fronteriza de Pedernales siempre se distinguía por la convivencia pacífica y fraternal de las dos poblaciones. Son decenas de familias de composición mixta que en ambos lados de la frontera desarrollan sus actividades. Por la mañana es el cruce de la frontera de los haitianos que vienen a trabajar en los predios agrícolas de los dominicanos. Antes del CESFRONT los soldados dominicanos, en franca armonía, se les veía dominando el creole y con mujeres haitianas de compañeras, sin tener vergüenza de convivir con ellas.
Mencía, Aguas Negras, La Altagracia, Banano, Distrito Municipal José Francisco Peña Gómez son comunidades fronterizas dominicanas donde se vive de la agricultura compartida, y con la bendición del agua del río Mulito, permite desarrollar una buena agricultura. Pero ahora con el incidente que ha exacerbado el ánimo de los fronterizos de Pedernales, se amenaza destruir una convivencia y a la vez desatar esos rechazos que se llevan a flor de piel por los recuerdos de aquellos tiempos del siglo XIX. Esa vez el poderoso estado haitiano ocupó toda la isla durante 22 años hasta que los trinitarios, encabezados por Juan Pablo Duarte, se sacudieron de esa bota isleña y los empujaron a que quedaran en su territorio organizando periódicas invasiones hasta 1856 para tratar de recuperar lo que ya habían perdido.
La situación ahora es más preocupante pese a los ingentes esfuerzos de las autoridades dominicanas de sostener una recogedera de indocumentados que en masa son devueltos a su territorio, pero poco tiempo después están de regreso al lado oriental de la isla. Y se desplazan hacia las zonas de mayores oportunidades de trabajo como es la zona del Cibao Central, Santiago o del Este con sus complejos turísticos mantienen el pleno empleo y ambas nacionalidades conviven en paz. Y es que los residentes tienen sus trabajos y no existen excusas para acumular desavenencias, al menos que no sea culpa de celos o exceso de la ingesta de alcohol.
En la zona fronteriza existe una disminución alarmante de la población por la migración hacia otras partes del país, tanto de dominicanos como de los haitianos. Se marchan en la búsqueda de oportunidades de trabajo que en la frontera no lo tienen. Se hacen esfuerzos en aumentar la oferta de trabajos en la zona, pero el éxodo en dirección al este o el Cibao Central para establecerse en pueblos con mayor dinamismo económico es continuo, despejando la zona. Los pocos dominicanos que se quedan, por su arraigo o una mezcla racial, se ven arropados por los haitianos que pacíficamente fundan sus hogares, muchos con una mezcla de ayuntamientos binacionales que son normales desde la fundación de la República.
Los dominicanos, por la proliferación de las redes sociales de comunicación, están dejando de lado su indolencia natural de no hacerle caso a la presencia haitiana. Esta ha dejado de ser anodina y pacífica para volverse ahora contestaria y generadora de conflictos donde existe una abundancia en la comisión de actos delincuenciales. Y eso enerva a la indiferencia del dominicano que ya parece decidido a sacudirse para enfrentar esa masiva presencia foránea. Esa ira se manifestó en Pedernales con una radical exigencia de una expulsión masiva de los vecinos que por años habían convivido juntos y jugaban domino todas las tardes. Fue insensata la reacción al calor de la ira de ver cómo se cometía un crimen que amenaza con quedar impune. Afortunadamente las autoridades militares devolvieron la cordura a los habitantes de Pedernales con sus ánimos exacerbados por un nacionalismo salvaje que las redes sociales se han encargado de multiplicar más allá de su propia realidad. Hasta por las redes se ofrecen clases de entrenamiento militar para prepararse para una supuesta guerra patria con los vecinos occidentales.

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