El aporte del general Soto Jiménez

El aporte del general Soto Jiménez

La carta del secretario de las Fuerzas Armadas, general José Miguel Soto Jiménez, al candidato presidencial del Partido de la Liberación Dominicana, doctor Leonel Fernández Reyna, debe haber disipado las últimas incertidumbres, justificadas o sobreestimadas, sobre las elecciones presidenciales del próximo domingo.

Se trata de una importante contribución al clima de seguridades y firmezas institucionales que debe rodear todo proceso de elección de las autoridades de la nación, dentro de un régimen democrático como el que ha predominado en el país en los últimos años.

No podía esperarse otra cosa de un militar de los conceptos y principios de Soto Jiménez, expuestos en numerosos libros que forman ya parte de la mejor bibliografía militar dominicana.

No debían ser necesarias las precisiones que formula el titular de la secretaría de las Fuerzas Armadas, dados los claros preceptos constitucionales sobre los roles de los cuerpos castrenses, entre los cuales no se cuenta la deliberación política ni la participación en las contiendas y debates electorales.

Sin embargo, fueron oportunas ante el hecho de que por lo menos tres altos oficiales formularon declaraciones y adoptaron actitudes que con alguna razón fueron interpretadas con matices políticos, aunque no tanto como algunos consideraron.

No faltaron quienes llegaron a considerar que la nación estaba retrocediendo a aquel período que clausuró el presidente Antonio Guzmán en 1978, cuando los jefes militares eran activistas del partido de Joaquín Balaguer, formulaban declaraciones partidarias, participaban en reuniones políticas y reprimían a los opositores.

A decir verdad, esa etapa ya no puede ser reeditada. Con muchos tropiezos y dolores la sociedad dominicana, sin embargo, ha registrado avances que ya no pueden ser revocados porque algunos militares o políticos se emborrachen de poder.

Es que además el militarismo latinoamericano ha entrado en reflujo y luce cada vez más obsoleto, especialmente después del fin de la guerra fría. Los primeros promotores de esa nueva etapa son aquellos que en las décadas pasadas instrumentaban las fuerzas armadas para la acción política represiva y contrainsurgente.

Pero dentro del pesimismo dominicano cualquier tropiezo es magnificado y a menudo visto como un retroceso. Y la circunstancia de un intento reeleccionista ha despertado los fantasmas que han acompañado el continuismo gubernamental en la historia política dominicana y latinoamericana.

También hubo políticos del ámbito gubernamental que alimentaron incertidumbres, con insinuaciones malévolas de que podían ganar «como quiera» o de que «el poder es para ser usado».

La carta del general Soto Jiménez da la razón a quienes creemos firmemente que nada ni nadie podría torcer el rumbo democrático de la nación en ocasión de la nueva elección presidencial.

Siempre quedarán quienes estén dispuestos a apelar al arrebato y el fraude, que son consubstanciales a la naturaleza humana, tanto en el ámbito público como privado, en los negocios como en la política. Pero otra cosa es que puedan imponer su voluntad a toda la sociedad.

«Las Fuerzas Armadas apoyarán, como es su deber constitucional, los resultados de la voluntad popular y nada ni nadie deberá ponerlo en duda», dejó por escrito el secretario militar.

La carta de Soto Jiménez es extensa y abundante en planteamientos institucionalistas, en rechazo a los «odiosos expedientes de un pasado contaminado con la beligerancia política de nuestras gloriosos Fuerzas Armadas», en apego a los principios del orden constitucional.

Y esos planteamientos no solamente comprometen al titular de las Fuerzas Armadas, sino a toda una generación de altos oficiales con puestos relevantes en el actual estamento militar. Oficiales de una nueva visión institucional.

Definitivamente la carta de Soto Jiménez debe convencer a todos los sectores que no hay más alternativa que el juego democrático transparente. Es lo que marca la hora dominicana y continental. Cualquier desaguisado está condenado al fracaso y al rechazo general.

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