El desarrollo del bebé ¿Cuándo no va bien?

El desarrollo del bebé ¿Cuándo no va bien?

Cuando los niños nacen, los padres (principalmente las madres), se mantienen atentos a su crecimiento, esperando ansiosos cada etapa de su desarrollo.
Pero ¿cómo saber que algo no va bien?

El médico pediatra Edgar Allan Vargas explica que la valoración del crecimiento y desarrollo del niño se basa en la observación de diferentes modos de conducta (reacción del organismo ante una situación). Se considera que el desarrollo infantil va a una alta velocidad con la desaparición y el surgimiento rápido de diferentes formas de conducta.

“Estos cambios son más patentes mientras más baja es la edad”, explica.

Lo primero es que “al nacer, el médico debe hacer -con el examen físico del recién nacido- la detección de alteraciones importantes: atresia de coanas con el aspirado nasal, permeabilidad del tracto gastrointestinal descartando ano imperforado o atresia de esófago. Paladar hendido y alteraciones óseas como fractura de clavícula o fémur, además luxación congénita de cadera. Algunas veces estas cosas pasan inadvertidas y es la mamá quien las detecta”.

Vargas indica que una mortificación de los padres es que su hijo vea. Ya desde el nacimiento percibe la luz, y aunque no define formas, sí responde a estímulos luminosos. Tiene de 3 a 5 % de la visión del adulto y va mejorando su maduración visual para completarla cerca de los 8 años.

“El estrabismo (cruzar los ojos) es una condición normal por la inmadurez a los cuatro meses, pero si persiste todavía cerca del año, debemos pedir evaluación especializada”, aconseja, y advierte: “Debe preocupar movimientos extraños de los ojos, el no seguir objetos con la mirada, párpados caídos, cambios de color o tamaño de las pupilas o sensibilidad a la luz”.

Otra de las preocupaciones de la madre es que sus hijos no escuchen. Sobre esto señala que el sentido de la audición está presente desde el nacimiento y completa su desarrollo cerca del mes. En ocasiones por problemas congénitos esta audición puede estar reducida, por el uso de medicación o trauma.

“Desde que nacen, los bebés responden a sonidos agudos (caída de un objeto, cierre brusco de una puerta) con llanto, y siguen los sonidos familiares. Nos preocuparemos si a los tres meses no responde con movimientos a una palmada detrás de él, o si hasta los seis meses no responde el llamarle por su nombre, o no responde a sonidos familiares o mandatos simples”, señala el especialista.

En cuanto al habla, Edgar Allan Vargas explica que su aparición y aprendizaje dependerá de la imitación de sonidos, y este no estará presente si no hay una buena audición. Si no escuchamos, no imitamos, no hablamos…

Otros signos. La falta de comunicación y aislamiento en el niño es una alerta para otras condiciones. De ahí viene la pregunta ¿Será mi niño autista?

“Una detección temprana del autismo en niños proporciona la posibilidad de iniciar un tratamiento lo antes posible y, de esa manera, reducir sus síntomas”, asegura el doctor, y agrega que la mayoría de los casos de autismo en los pequeños se detecta hacia los dos años de edad, pero desde antes de su primer cumpleaños, estos bebés manifiestan señales que hacen posible su diagnóstico.

Según su experiencia, el 30 % de los padres reconocen signos que les preocupan antes de que el pequeño tenga un año de edad.

Algunas de las señales pueden ser falta de sonrisa social y de imitación espontánea; ausencia de respuesta cuando se les llama por su nombre; tono muscular, postura y patrones de movimiento anormales y repetitivos; ausencia de palabras o frases simples; escaso interés de socializar con otros niños; falta de expresiones emocionales e intereses restringidos.

Además, la presencia de manchas en la piel, “que a veces asociamos a manchas familiares, porque el abuelo también las tiene, deben ser observadas en sus características y cantidad. Su presencia indica alguna patología (manchas café con leche en número mayor de ocho, dispuestas en todo el cuerpo, podrían alertar la presencia de neurofibromatosis, un trastorno hereditario que da manifestaciones tempranas con estas manchas)”, dice.

“La velocidad de crecimiento, la no ganancia de peso y la actitud al recibir los alimentos (tolerancia), presencia de vómitos o regurgitaciones… muchas veces nos informan de trastornos que podrían ser serios en un futuro, por el tipo de alimentación que le ofrecemos o por la condición que presentan al momento (reflujo gastroesofágico, estenosis de píloro, obstrucción o invaginación intestinal)”, indica Vargas.

¿Bajo peso? “Debemos tener en cuenta que un niño normal duplica el peso del nacimiento a los seis meses y lo triplica al año, con una ganancia aproximada de dos libras por mes durante los primeros meses, para ir reduciendo esta ganancia de peso con el aumento de su actividad”, asegura.

Algunos padres se mortifican por la reducción del apetito y lo asocian con enfermedad. “Si esa baja ingesta se acompaña de algún proceso infeccioso, debemos tratar la causa para descartar que esta es la que produce el bajo peso”, aconseja el doctor.

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