¡El arquitecto Bofill no sabe de eso!

¡El arquitecto Bofill no sabe de eso!

MANUEL E. GÓMEZ PIETERZ
Llega a este país un arquitecto precedido de enorme prestigio y fama y en cuestión de horas lanza un certero diagnóstico sobre la ciudad de Santo Domingo. Con otras sus propias palabras quiso decir: es una urbe desorganizada, fea y sin atractivo. Y ¡dio en el clavo!, tan precisamente, que la airada reacción de muchos encapsulados capitalinos no se hizo esperar.

Fama es voz de etimología griega que significa «lo que se dice», y es mucho lo que se dice de la experiencia, creatividad y trayectoria profesional del arquitecto Bofill; por ello hemos escrito fama con letras mayúsculas. Lo que no logró su perspicacia siquiera imaginar es que un considerable contingente de la gente dominicana teme más a la verdad que a la muerte.

La nuestra es una urbe «gentífuga» –perdónenos el lector la atrevida licencia poética y gramatical– en la que el parroquiano permanentemente transita sin posar la mirada en algún detalle: una esquina, un callejón insinuante, una fuente, una vieja estatua víctima de palomas, un banco a la sombra invitando al descanso. Una ciudad sin aceras. Con puntos de partida y destino y trayectos de urgencia en que parecemos fugarnos de nosotros mismos. Una ciudad que aísla, agrede y acorrala en la amurallada vivienda familiar. En conclusión: una ciudad hostil.

Este español ha arribado a nuestras costas, esta vez sin carabelas, con un gran proyecto bajo el brazo. La construcción de una isla artificial frente al litoral urbano de Santo Domingo que paradójicamente romperá el hechizo que ha mantenido a sus moradores de espalda al mar. Piénsese que el descuidado malecón actual es un híbrido de paseo y autopista en cuya prolongada bancada los paseantes se sientan de espalda al mar; para inhibir ocasionalmente: a la vista, del basurero, y al olfato, de la brisa cloacal.

Los tradicionalistas que se oponen a la realización de este magnífico proyecto, alegan que la isla propuesta impide la visión del mar. La realidad es que la amplía y enriquece paisajística y culturalmente. De hecho esa actitud opositora revela la resistencia al cambio de quienes poseen una visión tradicional y encapsulada de la ciudad, que ignora su enorme potencial histórico y turístico. Ciertamente este «atrevido» proyecto nos lanza abruptamente al siglo 21 y marcará la fecha de un renacimiento de la arquitectura urbana en la primada Santo Domingo de Guzmán.

Ignoramos cual será el nombre que definitivamente identificará a esta isla artificial; pero se nos ocurre que «Hispaniola XXI» no estaría mal.

La influencia transformadora de este notable proyecto, no solamente en todo su entorno metropolitano, sino en todo el país urbano, será intensa y continua. Establecerá el contraste diferencial entre lo viejo y lo nuevo, entre lo tradicional y lo vanguardista. No menospreciando ni derogando lo viejo y lo tradicional; sino destacando y realzando por contraste su valor histórico-cultural. Que realmente constituye un muy importante e invaluable activo turístico.

Andando el tiempo, iremos reconociendo que esa dinámica fue disparada por un catalán que arribó a nuestro litoral no en nao carabela, ni munido de lanza ni espada, sino con una idea en ristre y un proyecto de isla debajo del brazo.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas