El arroz con mango de una sociedad multicolor

El arroz con mango de una sociedad multicolor

Avanzando en el paso del tiempo del siglo XXI, los dominicanos estamos cada vez más sorprendidos de los cambios y adaptaciones a una conducta que tan solo hace 30 años no figuraba como parte de las costumbres tradicionales de todas las décadas del siglo XX. Ahí se incluye el largo período de la dictadura trujillista de 31 años.
Es un arroz con mango de una sociedad multicolor a la cual se le han ido incorporando otras tonalidades como la venezolana. Esta le imparte una energía distinta a la clásica de la indolencia que era esperar que del cielo le llegaran las fortunas. Los cerebros eminentemente políticos, orquestadores de la conducta que distingue a los dominicanos en esta etapa del siglo XXI, sin dudas han estado trabajando con gran inteligencia de forma tal que nos hace creer que todo el bienestar viene del Estado y de un benefactor que toma en cuenta las necesidades de sus súbditos y hacia allá van dirigidos los anhelos de lograr una brecha que nos encamine a la prosperidad con el mínimo esfuerzo.
La sociedad ha cambiado aceleradamente y en consecuencia el comportamiento de sus integrantes es algo muy asimétrico de lo que normalmente hubiese sido un proceso más adecuado a la naturaleza original de los dominicanos.
De repente el elevado índice de agresividad de los dominicanos en especial de los jóvenes con su tasa de delincuencia, de los feminicidios, de agresiones salvajes a los indefensos junto con el elevado índice de accidentes de tránsito con la tasa de abortos revela que existe como una acción hábilmente inducida de un proceso de manipulación de las costumbres. Son raíces políticas muy profundas que nos ha llevado más rápido que en otros países a ubicarnos en la frontera de la desintegración social y que se salve quien pueda.
No todo se puede achacar al sistema político que vivimos desde el 2004 con los cuatro años finales del siglo anterior. Es que un proceso social universal que influye en las sociedades todos los países. Dependiendo de la formación moral y cultural de sus integrantes es más lento el proceso de deterioro y de aumento acelerado de los actos reñidos con la ley y la moral.
Aquí, los ideólogos del peledeismo primario de los jóvenes soñadores, basados en la doctrina aplatanada de un marxismo intransigente del profesor Juan Bosch, fue poco a poco alineándose con la meta del acaparamiento total de riquezas para asentar una colectividad política enriquecida por el uso de los recursos públicos. Dieciocho añosdespués deiniciado el siglo producevergüenza y temor por elelevado grado deacumulaciónderiquezas enun sector que sinuna sólida formación moral y cultural está provocando una enorme distorsión de conductas y costumbres. Y es que ahora los empresarios, viendo el modelo peledeista de actuación, buscan el máximo beneficio en poco tiempo de establecida el negocio.
Y al mismo tiempo la estructura de la administración pública se ve preñada de los favoritos del régimen, que con jugosos salarios medran a la sombra del presupuesto nacional en cargos que son simples botellas para cumplir compromisos políticos. Todos esos valores de antaño, de un probo servidor público, ya han desaparecido. Ahora es luchar para estar bien con los líderes del partido en el poder asegurando un cargo que le permita ser agradecido con quienes lo llevaron a esas posiciones. Los ingresos le permiten darse el lujo de una vida de boato y agradecer al político en el poder que los llevó a una posición de importancia por los ingresos y facilidades del macuteo. Ya el nivel de sueldos en el gobierno está por encima de los del sector privado. De ahí la sangría de buenos técnicos y administradores que han encontrado un nicho muy apetitoso para acelerar su enriquecimiento, cosa que en el sector privado se les iba a hacer muy difícil.
El temperamento de los profesionales del siglo es buscar el máximo beneficio con el mínimo esfuerzo. Ya no existen los tiempos de empresas que durante años forjaron su nivel de calidad y reputación. Ahora los herederos de aquellos empresarios buscan reforzar sus relaciones con los políticos del gobierno de turno. Y más si se trata de un gobierno que sus integrantes deben buscar el brillo social que no tenían por su procedencia. Ahora se ubican en la frontera de la opulencia casi con más poder que los empresarios de gran abolengo tradicional forjadas sus fortunas en largas décadas de trabajo y sacrificios. Y saben utilizar esos beneficios ganados por sus posiciones en el gobierno y son tan notables que a veces tienen temor de exhibirse con ese poder económico.

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