El arroz: empobrecedor y controversial

El arroz: empobrecedor y controversial

La seriedad con que se inició la primera ronda de conversaciones, hacia la firma del TLC del país con Estados Unidos, está poniendo al desnudo la debilidad nacional con algunos de sus sectores productivos, en especial el agropecuario e industrial, los cuales les falta mucha competitividad y recursos para no sucumbir a la hora que entre en vigencia ese acuerdo comercial con el gran país del norte.

El grito de alarma de los arroceros, frente a las pretensiones de los negociadores norteamericanos de que se elimine la protección que posee ese cultivo en el país, aparte de otras facilidades como el agua casi gratis de los canales de riego, plantea una realidad que ha permanecido soslayada del comercio dominicano por muchos años, al convertirse el cultivo de arroz, en un ingrediente con alta dosis de política al ser el alimento esencial de los dominicanos.

El arroz, al igual que la caña de azúcar, se ha apoderado de millares de tareas en tierras llanas, las cuales, en otras condiciones y siguiendo el ejemplo de países tropicales, se han diversificado y han hecho las economías de sus países más ricas. El arroz, cuando venía de la antigua Siam, ahora Tailandia, fue apoderándose del gusto de los dominicanos, que poco a poco, con la construcción de una excelente red de canales de riego se adueñó de las tierras llanas de Bonao, Cotuí, San Francisco de Macorís, Esperanza, San Juan y el Bajo Yuna. Son millares de tareas a las cuales se les ha llevado el agua mediante imponentes estructuras hidráulicas, que a partir de la década del 70, multiplicaron su utilidad con la construcción de las presas de Valdesia, Tavera, Rincón, Hatillo, Sabana Yegua, Sabaneta y más recientemente la de Monción. Todas, con las aguas de los ríos represadas, están destinadas principalmente a generar electricidad, y con excepción la de Valdesia, todas dirigen los ramales de sus canales hacia los campos de arroz.

El arroz, al ser un alimento esencial de los dominicanos, que ahora lo estamos pagando por casi encima de los $20 la libra, revela una enorme peligrosidad social cuando ese costo aumenta los disgustos y provoca acciones oficiales de venderlos subsidiado a $5 la libra, para evitar más combustible a la caldera social que arde peligrosamente para alterar la paz cívica, que desde hace años, disfruta el país.

Tarde o temprano, y sin demagogias, las autoridades del momento y los arroceros tendrán que estudiar con responsabilidad el reducir gradualmente el cultivo del arroz en tierras, que cultivadas con otros tipos de rubros agrícolas, estuvieran rindiendo enormes beneficios a la Nación. El ejemplo de Hawaii que erradicó el cultivo de arroz de sus islas con el reemplazo por la piña, remolacha y la macadamia con lo cual han fortalecido la economía de esas islas del Pacífico y a la vez ha llevado una tremenda riqueza turística, que hasta visitar una plantación de piña, es motivo de recorrido de los turistas después que se visitan los monumentos a los muertos de Pearl Harbour muchos de los cuales encontraron su sepultura en las entrañas del acorazado Arizona, tumba de acero de la destrucción apocalíptica del 8 de diciembre de 1941.

Se debe estudiar la reducción de las tareas arroceras y diversificar la agricultura, y si el arroz, por más subsidios que se le otorguen continúa siendo incosteable en su rentabilidad, por que resulta más barato traerlo de fuera, entonces que los actuales cultivadores de esos predios, mojados con un agua que casi se les sirve gratis en canales del Estado, que se les eduque y se les ayude a cultivar rubros más rentables como ha ocurrido en la planicie de Azua, en donde los cultivos del melón, tomate y sorgo ha llevado la riqueza a la que antes se conocía como la «pobre Azua».

Es necesario, frente a negociaciones tan serias como las del TLC con Estados Unidos, cuya segunda ronda será celebrada en Puerto Rico en febrero próximo, que si se logra proteger parcialmente el arroz de su colapso súbito, que las autoridades dominicanas se dispongan a sacudirse del populismo y dejar de considerar al arroz como un cultivo es antieconómico y de enormes sacrificios para el Estado, por el costo escondido de los canales y el agua que conducen a las parcelas arroceras, y aparentemente favoreciendo a cosecheros y molineros, que con la excusa de insumos y energía cara, buscan impedir que el dominicano consuma arroz más barato, mientras esas tierras no están dedicadas a generar riqueza para el país. El cultivo, tarde o temprano, tal como lo han soñado muchos pioneros agroindustriales, se cultivará, en casi su totalidad, en la región del Bajo Yuna o Aglipo como se conoce ese proyecto que desde hace años, y por etapas, se lleva a cabo para tales fines con la cooperación japonesa.

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