El arte de la prudencia

El arte de la prudencia

Muchas veces nos dejamos provocar. No resistimos los impulsos. Nos dejamos arrastrar por la vanidad, diciendo lo que debemos callar. Olvidamos o descuidamos las sabias enseñanzas del fraile Baltasar Gracián (1601-1685) que aconseja “ser práctico en la vida”. “Saber servirse de evasivas.” “De todo se puede extraer un beneficio, incluso de la privación. “A veces es necesario hasta aparentar ignorancia.” Eso encaja muy bien en el Presidente Medina y su rendición de cuentas ante el Congreso Nacional. El mismo se ha definido como un ser pragmático, y ha logrado con su pragmatismo estupendos beneficios políticos y personales que es, en definitiva, lo que aconseja Gracián para sobrevivir.
Pero resulta un tanto extraño unas declaraciones aparecidas en primera plana del periódico Hoy (sábado 4 de marzo) atribuidas al Dr. Rafael Alburquerque, ex Vice Presidente en los dos periodos últimos del Presidente Dr. Leonel Fernandez, jurista de fuste, reconocido a nivel internacional y político ducho cuando, para rechazar lo evidente, niega la existencia de un régimen corrupto con una verdad elemental, de Perogrullo: “En todos los países de mundo , igual que aquí, existen funcionarios corruptos” y asume esta otra verdad que ni él mismo se la cree: “El gobierno y el Partido de la Liberación Nacional es el que más ha trabajado en la aplicación de instrumentos en contra de la corrupción y de la impunidad.”
No es posible hallar una explicación racional a tal afirmación que no sea la de un militante apasionado para quien “el partido es lo primero”, no como instrumento “para servir al pueblo” tal lo aspiraba su Fundador que veía en aquel Partido Morado la continuación de la obra de Duarte”, su comportamiento a seguir: “La política no es una especulación; es la ciencia más pura y más digna, después de la filosofía, de ocupar las inteligencias nobles.”
Y resulta que en República Dominicana prima un régimen bien orquestado que favorece la corrupción y la impunidad. No es cuento de camino. No es cuestión de percepción de un pequeño grupo opositor o de una ciudadanía cada vez más consciente de que ese estado de cosas debe cesar, ser erradicado desde su raíz más profunda, “caiga quien caiga” como demanda el clamor popular, no populista, y repite cual eco de aquel carretero queriendo salir del lodo el Señor Presidente de la República, mientras prepara la escapada.
Lo que realmente debería preocupar a todo ciudadano honesto, que no tiene cola que le pisen, es que cese, de una vez por todas, esa maldita epidemia de corrupción – impunidad. Que no se detenga en la puerta de ningún Despacho, como viene haciéndose en otros tantos países afectados del mismo mal. El mundo nos observa con admiración y vergüenza no escondida; incapaz de comprender cómo se puede mantener un elevado crecimiento económico y tantas deficiencias de servicios públicos vitales, tanta rapacidad y tanta indolencia pobreza y desigualdad social y económica en un proclamado Estado Social y Democrático de Derecho “donde los gobernantes deben vivir con sobriedad, como la inmensa mayoría del pueblo que lo votó. ” El régimen de corrupción existente podría ser la respuesta.

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