El arte dominicano y su proyección internacional

El arte dominicano y su  proyección internacional

El arte dominicano, que ha restringido su vigencia caribeña –lo comentamos en nuestro artículo anterior-, no puede resignarse a éxitos cercanos, individuales y ocasionales, en el exterior. Su proyección a otras regiones y continentes, a grandes metrópolis e instituciones, es un derecho, una meta a alcanzar, si no una priorida.

Este sentir lo comparten todos los que trabajan en arte, a nivel de gestión, de crítica, de creación.
Así lo expresó muy recientemente el importante artista contemporáneo Marcos Lora Read, en un acucioso análisis de la situación de nuestras artes visuales.

Participación en eventos y Bienales internacionales. La proyección más abierta y pública del arte y de los artistas está en el contexto de una exposición Bienal internacional, por invitación personal o por designación nacional.
Ahora bien, sabemos que cada Bienal tiene su mecanismo, sus límites geográficos, sus curadores y sus allegados…

Por esta razón, debe funcionar en Santo Domingo un Comité Permanente de Bienales, tanto nacionales como internacionales, que realice no solamente labores de reglamentación, análisis y selección, sino de prospección.

Vale decir que, además de eventos celebrados cada dos años, tendría competencia para otros con espacios de tiempo distintos.

Se estima que en el mundo hay más de 100 Bienales activas. Actualmente, la República Dominicana concurre con regularidad a muy pocas grandes, las de La Habana y de Venecia. Ya no nos incluyen en Sao Paolo.


Kassel (quinquenal), Lyon, Estambul, Sidney, por ejemplo, desconocen el arte dominicano. Hubo épocas mejores: Luichy Martínez Richiez ganó el Premio de la Bienal de París e hizo una escultura contundente en Seúl para la Olimpíada del Arte.

Además, a nivel institucional, público y privado, hay constantemente certámenes para exposiciones, ahora virtuales (¡!), abiertos a los artistas de prácticamente todos los países. Esta labor extensa de búsqueda e información, la podría realizar también la Asociación Dominicana de Críticos de Arte. ¡La difusión abarca varios niveles!

Exposiciones individuales y colectivas. El arte dominicano cuenta con maestros, merecedores de una gloria internacional. Entre varios grandes, citaríamos a Ramón Oviedo, Silvano Lora y Cándido Bidó – que, en vida, forjaron una promoción-, y no olvidemos a Paul Giudicelli, Eligio Pichardo y José Rincón Mora. Muestras homenajes en el exterior – refiriéndonos solo a la pintura -, les rendirían justicia y avalarían nuestra plástica, nuestra identidad y cultura.

Las exposiciones colectivas magistrales e históricas, creadores vivos y activos incluidos, son necesidad primordial en la escena internacional. Mencionemos, para los contemporáneos, el dinamismo del grupo Quintapata.

El Museo Bellapart y el Centro León hicieron una notable labor de proyección, pero, sin duda, el Museo de Arte Moderno tiene una impresionante colección, idónea para esos fines. Luego, hay ingentes colecciones, institucionales y personales, susceptibles de comunicar la dimensión artística dominicana al mundo…

Ahora bien, los recursos materiales y económicos faltan, cuando el país tiene tantas prioridades. Ciertamente, la Ley de Mecenazgo, la gran esperanza, podrá contribuir a facilitar esos objetivos de proyección.

Otro argumento, reiterado consiste en el imprescindible papel de nuestras representaciones diplomáticas, su capacidad e interés, su competencia organizativa. Son servicios esenciales para que el arte dominicano avance en su proyección internacional.
Otra esperanza nueva.

¡Logro insólito, la pandemia nos enseña la potencia de las imágenes digitales! Videos y fotografías, su multiplicación y su envío, sistemático y confirmado, al exterior, aparte de las publicaciones -poco difundidas-, instrumentarían primero una anhelada receptividad.

Nos limitamos a “apuntes” muy parciales, en temas, generaciones, personalidades y categorías visuales, en fin, una inquietud… La palabra verdadera, le tienen iniciativas, proyectos y hechos, correspondiendo a “la calidez y el entusiasmo de un arte todavía lleno de frescor (Ricardo Ramón Jarne)”.

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