POR: DIONISIO BLANCO
El 9 de marzo pasado visité el Museo de Arte Moderno de Santo Domingo acompañado del gestor cultural Rolando Leclerc para ver la exposición titulada “Honesty by Juan Carlos Reyes” del artista visual dominicano contemporáneo Juan Carlos Reyes (1979). Y para mí fue realmente una grata sorpresa ver estas excelentes obras colocadas armónicamente dentro de la arquitectura interior del mismo, acompañadas de textos explicativos, como soporte didáctico para la mejor comprensión, escritos por los críticos de arte doña Marianne de Tolentino, Abil Peralta Agüero, Lilian Carrasco y del gestor cultural y coleccionista Edwin Espinal Matos.
Pude apreciar su técnica impecable, su limpieza cromática acompañada de la geometría secreta del artista que es el dibujo. Y por experiencia sabemos que la técnica es importante, es básica incluso para hacer pinturas y esculturas y hasta construir casas. Pero la técnica es solo un vehículo, un instrumento necesario.
Tenemos que dominarla, precisamente para que no sea un obstáculo en nuestras posibilidades de expresión; y esto es lo que ha hecho muy bien Juan Carlos Reyes, que ha ido en busca de lo esencial, no de la mera apariencia, Cada una de sus obras responde a una concepción general de su interior, es la expresión de un modo de pensar, de un modo de ver; y ese mundo está reflejado en cada una de sus impecables obras expuestas gracias a la iniciativa de Edwin Espinal Matos y el apoyo que el arquitecto Federico Fondeur, como director del Museo de Arte Moderno, está dando al arte joven de nuestro país.
Cuando en un primer momento vi las pinturas de “Las niñas con los ojos vendados” representadas en estos lienzos de Juan Carlos Reyes, lo primero que pensé fue en la película dirigida por el famoso cineasta español Antonio Saura, titulada “Los ojos vendados”, un film de suspenso dramático estrenado en 1978 cuya trama gira en torno a los protagonistas Emilia (Geraldine Chaplin) y su pareja, Luis (José Luis Gómez), un director de teatro frustrado que, después de una visita a Francia en la que va a presenciar una indagación sobre violaciones de derechos humanos cometida por la dictadura de la Junta Militar en Argentina, intenta realizar con su pareja una producción teatral que responda a algunas de las preocupaciones políticas más urgentes de la época en los respectivos países.
Sabemos que desde el siglo XV el símbolo de la Dama de la Justicia, con sus ojos vendados, representa la objetividad, la imparcialidad y el equilibrio, expresando que la justicia es igual para todos, que no es el caso de las pinturas de Juan Carlos Reyes, pero sí tienen un punto común que es la venda, así como también es el burka utilizado por mujeres en algunos países de la religión islámica, como en Afganistán.
Indudablemente, tanto el burka como la venda son prohibiciones a la libertad, que es el caso de las vendas en los niños como metáfora visual para no dejar ver lo que les rodea, o sea ciegos; y ese acertijo enigmático que plantea Juan Carlos Reyes de una manera deliberada me trae a la memoria visual una frase de la escritora irlandesa Iris Murdoch (1899-1919) que dice: “Vivimos en un mundo de fantasías, un mundo de ilusiones. La gran tarea en la vida es encontrar la realidad”.
Contrario a la representación de la venda en el arte, tenemos “El perro andaluz” del cineasta español Luis Buñuel (1900-1983) y Salvador Dalí (1904-1989), donde la navaja barbera cercena un ojo en defensa de la libertad de la mirada como paradoja transgresiva para que el público reflexione más profundamente sobre la realidad misma. Y, a mi juicio, este es otro punto de contacto de la obra de Juan Carlos Reyes con el surrealismo y lo inverosímil, lo absurdo, lo contrario a lo real con esta escena mítica de “Un perro andaluz”, producida, dirigida e interpretada por Buñuel en 1929 con la colaboración en el guion de Salvador Dalí y considerada la película más significativa del cine surrealista.
En el juego libre de su mirada, Juan Carlos Reyes les pone el alma a los objetos inanimados que representa en sus cuadros y revela la vida secreta de estos para entregar en imágenes al veedor estos textos figurativos que serán parte de la lectura del cuadro, dejando un orden autónomo de sus pinturas en exhibición en el Museo de Arte Moderno de Santo Domingo.
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Pues bien, el escritor Frank Kafka (1883-1924) decía: “Cuando creemos en algo que todavía no existe, lo creamos”. Y este joven creador llamado Juan Carlos Reyes, que utiliza muy bien dentro de los códigos de sus obras lo absurdo, el ensueño, lo irracional, lo tabú, lo que no es natural, nos desvela en su arte fantástico una grieta advertencia para la protección de nuestros niños con los ojos vendados. Pues sabemos que la percepción del mundo, el yo incluido, puede, consciente o inconscientemente, dar un giro hacia lo fantástico. Puesto que, por regla general, uno siente y percibe aquello que ya ha experimentado y categorizado, buena parte de la información queda bajo la superficie de la conciencia. Este es el espacio al que desde Sigmund Freud (1856-1939) nos referimos como “inconsciente”; y por esta razón el arte fantástico de Juan Carlos Reyes, cuya creación transcurre en estado inconsciente, se mueve en torno a lo conocido y deseado.
En fin, en estas expresiones gráficas de grandes formatos del arte fantástico de Juan Carlos Reyes expuestas en el Museo de Arte Moderno encontramos el concepto de Freud cuando considera que el juego era la principal ocupación de los niños como una actividad que les permite crear un mundo propio y expresar afecto. Y sabemos que la fantasía en las artes plásticas del siglo XX como tal no ha existido en forma de movimiento o escuela en la historia del arte y, sin embargo, es posible distinguir su presencia en todas las corrientes artísticas.