El arte plural del Caribe en una muestra domínico-puertorriqueña

El arte plural del Caribe en una muestra domínico-puertorriqueña

Fernando Ortiz Inicia Contrapunteo cubano del azúcar y el tabaco (1940) con dos imágenes en movimiento: la de Don Carnal y la de Doña Cuaresma. El diálogo contrapunto o debate entre dos figuras medievales, festivas y satíricas, teatrales y paródicas parecen retornar el sentido de nuestro mundo caribe al mundo español. Lo entroncan en una relación temporal, pero en un movimiento que define lo caribeño. Su racionalismo, sentido de cultura fugada, es decir, su apertura a otros espacios que se echa de ver en su propia condición insular.
En la exhibición Polifonía los diálogos se encuentran las diversas representaciones del color, véanse, por ejemplo, las formas y colores de la obra de Abdías Méndez, las distintas representaciones de las piezas de July Monción; los colores y las construcciones de los textos semióticos de Edwin Maurás Modesti; las luces, los colores y las fugas en las obras de Rosa Tavárez y de Juan Mayí.
Téngase bien en cuenta los diálogos y las representaciones de las obras de Antonio Cortés, que va despejando la saturación del color, mantiene la forma y la humanización del arte en un diálogo con la plástica estadounidense y la temática de la actualidad caribeña del emigrante; observen, ojo atento, la persistencia de la representación corporal en las obras de Héctor Rafael, el hiperrealismo contextual de Alejandro Rodríguez. En esta exposición, el ojo educado podrá deleitarse con las formas y la atenuación de lo nuestro que establece una presencia de lo Otro en los textos de José Pelletier.
Las distintas representaciones tienen el performance que queda fijado en el lente en las obras de Laura Rodríguez Abreu, fija el instante, recorta las formas y le da a la representación una altura poética que se encuentra con las formas y las luces caribes; establece Rodríguez Abreu un parlamento con la condición del cuerpo, como hace Héctor Rafael que replantea una onírica del cuerpo enlazado en movimiento y extrañezas. La figuración crítica y posvanguardista de Inés Tolentino, con las distintas representaciones de las mujeres como objetos y sujetos de una historia llevada al plano de lo cotidiano. Representaciones que describen una realidad a la vez que indagan sobre la memoria y la historia contemporánea. Leonardo Durán, por su parte, usa el grabado como medio creando una intertextualidad con el arte puertorriqueño, mostrando los lazos de la artisticidad caribe que tienen en los cincuenta los contactos de Tufiño con Orozco. Romaguera crea ilusiones ópticas que van a cuestionar la forma en que el ojo mira; lo que se ve y lo que se representa entran en la conceptualización de un arte que relaciona la actualidad con el pasado del vanguardismo. Explora otra manera de inscribir la realidad. Representa nuestras playas y su apertura hacia otros espacios July Monción establece un parlamento con la cultura del Caribe, la plantación de tabaco, las luces y las sombras caribes en un retomar los ocasos. Monción viene del colorismo de una representación que se segmenta y cruza en su exposición sobre Los Ciudadanos con un arte que deconstruye las figuras para representar la falsedad de los discursos políticos. Edwin Maurás Modesti propone un arte puertorriqueño dentro de las rupturas del arte contemporáneo. Su artisticidad viene a establecer otros diálogos del arte puertorriqueño con el arte universal. Rosa Tavárez, maestra grabadista con una participación de la tradición del grabado de Puerto Rico, reconocida con el Premio Nacional de las Artes en Santo Domingo, vive en una constante búsqueda expresiva que no desmerece en nada su trayectoria y su discurso plástico. Su obra tiene la brillantez del Caribe, el sentido de un pueblo que se prefigura en un diálogo con las otras otredades.
Si uno mira detenidamente la obra de Abdías Méndez, su mirada remite a un adentro que intenta que dejemos atrás la realidad como cosa que se ve hacia una exploración de lo que se siente y piensa. Antonio Cortés tiene un notable encuentro con el arte contemporáneo estadounidense. Se nota su formación y los ritmos de una búsqueda en un estilo de lo sobrio y una preocupación sobre nuestro tiempo. Su práctica ha sido una reconfiguración de las formas vanguardistas hacia un discurso contemporáneo que toca el Pop Art.
Por su parte, José Pelletier abre una ventana innovadora en el arte dominicano. Hace una obra del trazo, de las formas, de la circularidad. Dialoga con un arte contemporáneo que hace del signo una forma de la artisticidad. Este procedimiento es una exploración del hacer del artista de la poiesis como creación y pensamiento del concepto de arte.
Inés Tolentino. El discurso que nos presenta, mediante la figuración que integra elementos que plantean una realidad que el ojo disfruta, nos lleva de lo cotidiano a lo sublime, a la vez que cuestiona y hace posible el juicio y la crítica. Resalta el tema de la mujer y de la condición femenina.
Héctor Rafael. En su prefiguración y lectura del texto pictórico, la representación del cuerpo en medio de lo biológico y la levitación en un mundo que no parece asentarlo, es una propuesta de redefinición de la corporeidad y una abstracción de las formas para “re-mitificar”, o liberar el cuerpo de las ideologías que lo han aprisionado.
Alejandro Rodríguez nos trae una propuesta muy de este tiempo. Al retrato, a la Era digital y a la comunicación. Pero en esto hay un planteamiento teórico que refiere a la forma en que nos comunicamos, a de qué manera somos sujetos y objetos de la comunicación. A la reificación de las cosas, Alejandro responde con una humanización expresiva.
El arte de Laura Rodríguez Abreu es un arte de luces y contrastes; de prodigios que sólo es posible por una estética interior que la artista explora en sí misma. El suyo es, en fin, un arte que plantea una nueva mirada más allá de la realidad a la que estuvo atada la fotografía.
Juan Mayí. Las obras que presenta aquí muestran un movimiento más lento, pausado y dialogante con los otros. Como si dijéramos que se fuga y se encuentra en una armonía inusitada. Esto permite que se note sus transfiguraciones y que se establezca dentro del arte contemporáneo con mucha tranquilidad. Su ritmo es es el sentido que no encuentra los referentes, sino que se abstrae creando la poiesis, es decir, un sentido que no puede ser encontrado en la representación misma, sino en espacio del pensamiento y de las ideas.
Leonardo Durán. Mediante el grabado, Durán configura una composición en la que los objetos y las partes femeninas aparecen simplificados por el movimiento que presentan las líneas. Es un artista muy sintético y fundacional, al reducir lo presentado a la forma, la línea y el color. Hilario Olivo nos recuerda lo más granado de la plástica caribeña, Hilario Olivo juega con las líneas y a las formas unidas a un cromatismo dialogante entre los colores y su ausencia. Es la suya, una representación fantástica que encuentra la maravilla en cierta manera de construir lo sublime.
Así en un diálogo, en contrapunto y fuga, el arte caribe encuentra su propia razón de ser. Una diversidad extraordinaria de técnicas y formas viajeras. El arte se deja definir mediante la metáfora de una polifonía en la que se alternan las voces, los tiempos, las prácticas y los discursos.

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