“El arte y la marginalidad”

“El arte y la marginalidad”

“Herminio –dice Píndaro-, hace tiempo quería referirme a las implicaciones que tiene la vigencia de la marginalidad y el arte en nuestras tierras latinoamericanas y, más especialmente, en nuestro país… Es como si el estigma del tercermundismo nos empujara hacia el maravilloso abismo cuyo fondo es la creatividad…”.
“¡Te pusiste a filosofar, Píndaro –comenta Herminio-, pero, te voy a dar comidaaaaa!!!!… mi punto de vista artístico, sobre la marginalidad en este, mi país de origen… sus expresiones visuales, nos dan un testimonio a través de una aventura fotográfica en diversas formas…”.
“¿Qué tienen que ver las expresiones visuales a través de la fotografía, con aquellos que son marginados?”, pregunta Píndaro, a lo que Herminio responde de inmediato: “Entre los años entre 1974 y 1980 se inició lo que podríamos llamar ‘un desacato a lo establecido’… ampliar los espacios de arte, salir de la tradicional galería o museo para llegar a otro público que, durante muchos años, fue sometido a un yugo omnipotente… Siempre me han interesado los espacios marginales, porque ellos son fuente viva de inquietudes e insatisfacciones…”.
“Anjá… ¡Tremenda cosa! –expresa Píndaro-… Eso no quiere decir que unas fotografías sean capaces de mostrarnos la marginalidad que reina en una gran población… Los fotógrafos no siempre proyectan en sus experiencias una cruda realidad, sino que se encuadran en tomas moldeadas por la percepción interesada de los fines ulteriores perseguidos…”.
“¡Qué lástima que te expreses así, Píndaro! –se lamenta Herminio-… Tengo por principio mostrar en mis fotografías las situaciones de marginalidad que realmente son, y no lo que no son… Esas situaciones son el sello de nuestra existencia pues, de no ser así, sería negar la marginalidad misma, porque esta condición es un vivo ejemplo de lo negativo, pero es lo que permite que nosotros seamos lo que somos. Al permitir la marginalidad, estamos creando presión a cualquier sistema y, si a esta la dejamos aumentar, estamos fomentando una bomba de tiempo que podría reventar…”.
“Caray, qué complicado me lo pones, Herminio –balbucea Píndaro-… y… por lo que veo pareces buscar solucionar aquella marginalidad que captas…”. A lo que Herminio le responde: “Te equivocas, Píndaro… Cuando registro en una foto una situación de marginalidad, no espero que ese hecho redima a quienes han sido insertados en mis fotos… Lo que busco es, sencillamente, señalar la situación… Porque, aunque no lo creas, ese registro fotográfico nos va a mostrar a todos una condición que, aunque negativa, es parte de la misma sociedad… Mis fotos deben reflejar el sufrimiento intrínseco de esa marginalidad… Y, aunque parezca irónico, es lo que me provoca felicidad… Llena mis inquietudes, porque me permite seguir descubriendo la vida… Una miseria que tiene su belleza… Una pobreza que hace que todo lo demás brille sin esfuerzo, preservando su identidad…”.
“¿Qué ganas tú al apuntar tu cámara hacia un ambiente de marginalidad, cuando tienes delante de ti tantas situaciones agradables para preservar?” –cuestiona Píndaro-.
“Es que, aquellos que no llegan a conocer la marginalidad, sólo tienen en su mente lo desagradable de la misma, y no la alegría o la felicidad que permiten a las personas bajo estas condiciones, respirar… sobrevivir… Tengo la plena convicción, -expresa Herminio-de que nuestro arte fotográfico está altamente comprometido con la vida… La que nos llena, y la que ignoramos… La que, sin ser realidad, puede ser percibida gracias a nuestra imaginación creativa… Una imaginación, que sólo el arte es capaz de provocar… Nuestras señales de marginalidad en el pueblo, son la esencia de nuestra existencia y no deben ser ignoradas”.

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