El Artibonito, diez mil kilómetros
cuadrados de dolor

El Artibonito, diez mil kilómetros <BR>cuadrados de dolor

POR FATIMA ALVAREZ
El río Artibonito, con sus 9.550 km2, es la cuenca más grande e importante de toda la frontera dominico-haitiana. Es a su vez el corazón de la economía de la zona y de gran parte de Haití. Nace en la loma Nalga de Maco, ubicada en el Parque Nacional del mismo nombre, localizado en la Cordillera Central, pero las tres cuartas partes de su cuenca se desborda sobre Haití.

Debido a su condición de «frontera», el Artibonito es testigo de variadas y sincréticas expresiones culturales, sociales y económicas, que otorgan una personalidad especial a los lugareños, que ya no son exactamente haitianos ni dominicanos, sino una mezcla cultural de ambos.

Ha sido el Artibonito, junto al Masacre, tema de poesías y canciones que narran las penas, el trasiego, el comercio y la dura vida que se expresa a ambos lados de su ribera.

Pero cada vez más crecen las posibilidades de que quede en el recuerdo de los que le conocieron. Su cuenca está cada vez más afectada por la erosión provocada por la tala indiscriminada para la producción de carbón y el comercio ilícito de madera y la conversión del bosque a tierras de pastos.

La intensidad de la pobreza de estas zonas olvidadas, no de la mano de Dios, sino de los programas de desarrollo, y los esfuerzos de sus lugareños por sustentar su precaria vida en los recursos naturales de que disponen, han favorecido que el Artibonito esté convirtiéndose en una cuenca llena de sedimentos, ansiosa de ver correr en ella sus aguas rumorosas.

Yves André Wainright, ministro de Medio Ambiente de Haití, destacó en un encuentro que sostuvieran ambos países con el apoyo del gobierno canadiense y de la Cooperación Alemana en la comunidad fronteriza de Pedro Santana, que la tendencia mundial de las economías exige trabajar los problemas fronterizos en unión, y solicitó al gobierno dominicano tener interés de que se haga lo más fácil posible, con un mínimo de tensión de ambos lados de la frontera.

«El proceso de desertificación no respeta las divisiones y el Artibonito, el más importante para Haití y toda la isla, nos une. Es necesario que desarrollemos relaciones fraternales y sostenibles en el tiempo, pues estamos atrasados en el proceso de avance de los proyectos».

Destacó que Haití está poniendo en marcha un proyecto de ley marco que permitirá la ágil ejecución de los proyectos haitianos a favor del Artibonito y sus comunidades ribereñas.

«Esperamos el éxito de este proyecto, para que el verde salga al mundo y aumente la fraternidad entre los pueblos», finalizó.

La degradación del medio ambiente ha colocado a un 69% del territorio de República Dominicana en una de las tres categorías consideradas dentro del proceso de desertificación (zona árida, semiárida y/o húmeda seca).

El manejo incorrecto de los suelos, las prácticas agrícolas inadecuadas, la deforestación, el uso inapropiado del agua para el riego en los predios agrícolas, favorece la continuación del aumento de este porcentaje.

Y el Artibonito no escapa a esto. El impacto de la sequía sobre las poblaciones es cada vez mayor, lo que reduce considerablemente la disponibilidad de agua dulce.

Buscando sumarse a los programas de las Naciones Unidas para paliar este problema, República Dominicana se adhirió a la Convención de Lucha contra la Desertificación y la Sequía de esta organización, comprometiéndose junto a Haití a enfrentar la degradación de los recursos naturales y su impacto sobre las condiciones económicas de las poblaciones en la zona fronteriza. El primer esfuerzo a partir de esta convención fue el Plan de Acción para la Zona Fronteriza (Panfro), que permitiría establecer las bases para una cooperación binacional.

A este interés, el gobierno de Canadá aprobó en el año 2002 un proyecto de diez millones de dólares para contribuir a la rehabilitación de la cuenca del río Artibonito a ser erogados en siete años.

Mediante concurso, entidades ambientalistas y de desarrollo, cuyos trabajos y proyectos van en beneficio de las comunidades fronterizas, han empezado a recibir la primera partida de los fondos del proyecto canadiense, que permitirán impulsar la economía de la zona e iniciar el proceso de rehabilitación del antes caudaloso río.

A este proyecto deberán sumarse otros, que permitan que la frontera deje de ser tierra de nadie y pase a ser un espacio de desarrollo económico, social y cultural, en el que dos naciones, cuyas historias las ubicaron en un mismo territorio insular, puedan proteger de forma efectiva su gente, sus recursos y su economía. Las comunidades fronterizas se lo merecen.

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