Sucede el primero de enero de 1923 cuando re-circula, a través de la revista Fémina (1922-1939) el artículo: “La mujer dominicana y los puestos públicos”, firmado por “DANIEL”, desde Baní. A través del escrito, el lector-autor se adelanta al anhelo nacional de la desocupación militar estadounidense y solicita, como buena acción del Gobierno que rescatara la soberanía, la incorporación de la mujer dominicana a “ciertos empleos públicos”, obra de justicia -afirma- ante el rol que las damas, principalmente las maestras, habían realizado durante los entonces siete años de intervención: recaudando fondos, haciendo kermesses, marchando en las calles, difundiendo en todo el mundo la situación de opresión… ¡Resistiendo!
“Sería muy penoso que el Gobierno que surgiera, bien sea por compromisos políticos, ora por darle cabida a un grupo de hombres fuertes y vigorosos adictos a él [que muy bien pudiera buscársele otra cosa en consonancia a su sexo] anulara a la mujer, cuando esta ha reque probado que es capaz de salir airosa en cualquier cargo apropiado que se le confíe”, vindica “DANIEL”… ¿Pero quién era él?
Originalmente, “DANIEL”, había remitido su artículo al Listín Diario, que lo publica el 15 de noviembre de 1922. Un mes y 15 días después, coincidiendo con un nuevo año -1923-, la mesa de redacción que dirige Petronila Angélica Gómez Brea, en compañía de Consuelo Montalvo de Frías y María Luisa Agnelis de Canino, lo re-difunden en un acto de intertextualidad subversiva -tal como posteriormente lo describe la filóloga Julia Kristeva en la obra Semiótica (1978)-. Ellas, como el sigiloso autor, claman en defensa de dotar a las dominicanas de ciudadanía, por ende, de plena participación política, tal cual profesaban como sufragistas.
“Con esta medida -reitera “DANIEL” la necesidad de que las mujeres participaran plenamente en la reconstrucción patria- no se cometerá un error como antes dije, sino que sería muy duro obligarlas a sustituir su habitual ocupación por los rutinarios quehaceres domésticos que luego son tan duros!”.
Cien años después, emerge la voz premonitoria y consciente para que sea escuchada por quienes encaminan modificación a la Ley 15-19 del Régimen Electoral, aprobada recientemente por el Senado de la República, y la necesidad de que no se anulen las conquistas que permitan la participación de las mujeres… Para ellos, para ellas, otra recordación de “DANIEL”: “La mujer dominicana ha dado un gran paso, y sería un crimen arrojar en su camino obstáculos para detenerle su marcha triunfal hacia la representación que en todo país civilizado tiene derecho”.
¿Sabías qué?
“DANIEL”, a través de su voz, conjuga las vindicaciones por emancipación política y económica registradas en la publicación que es el ágora del feminismo dominicano; se suma a los pseudónimos que los registros de la revista Fémina atesora, y a través de los cuales nuestras pioneras feministas emitieron álgidos discursos ante la situación de sometimiento que vivían, protegiéndose ante variados intentos de silenciarlas.
Así, Petronila Angélica Gómez Brea utiliza “Virtudes del Mar Caribe” y “Bisfalia”; Consuelo Montalvo de Frías de vez en cuando firma como “Magnolia”… María Luisa Agnelis de Canino utiliza firma María del Mar Caribe. En los escritos conjuntos se identifican como “DOMINICANA”. Sobre “DANIEL”, escritos y acciones posteriores dan pistas de que fuera Clara Luz María Billini y Fernández o Margarita Pol, quienes se unieron luego a la publicación como representante comercial y corresponsal, respectivamente.