Reforzada para objetar la aplicación de ayudas gubernamentales, la oposición se lanzó a la calle del medio con acentuado reparo a la forma de asistir a sectores nacionales mientras emergen criterios de organismos multilaterales especializados y de recios analistas independientes de la economía local que dejan mal parado ante la opinión pública el controversial lanzamiento de bonos con los que el Gobierno se propuso resplandecer como dadivoso y navideñamente festivo pero sin focalizarlos hacia los más necesitados.
La prodigalidad oficial en sentido general tiene activado en su contra un índice acusador.
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En el coro de voces que disparan reproches a la administración del presidente Luis Abinader puesta en la diana brilla una elocuente comparación entre el abracadabra de tarjetas que hacen salir dinero de cajeros automáticos con bonificaciones a diestra y siniestra y las erogaciones que alimentan los «barrilitos» y «cofrecitos» de los legisladores dominicanos; los mejor pagados de Latinoamérica.
En declaraciones a acento.como.do el analista de finanzas estatales, Nelson Suárez, denunció como agresión a «manejos presupuestales responsables» el que los bonos, como evidente gasto para elevar la popularidad de quienes dirigen los destinos nacionales, le salen a los contribuyentes 21 veces más caros que las generosidades instituidas en favor de congresistas para cada año entero y que consumen RD$240 millones.
Suarez calcula, con rigor de académico, que con los RD$5,250 millones de la tal «brisita» de subrayado perfil clientelar se podrían construir 1,094 viviendas valoradas en RD$4.8 millones la unidad para extraer de riegos ribereños a igual número de familias de la pobreza extrema. El propósito primario de las mitigaciones preferidas desde el Estado desde siempre se reduce a unos alivios de efímeras consecuencias con la deplorable incapacidad de apalancar el progreso personal y familiar de los destinatarios con riesgo de ingresar al conformismo. A vivir de las gratuidades, una incondicionalidad que no haría mella a la pobreza.
RECHAZO EN PIE
El exministro de Economía, Planificación y Desarrollo, Juan Ariel Jiménez, argumentó recientemente que «ningún Gobierno ha alcanzado el desarrollo de un país regalando dinero», sosteniendo que existe una clara contradicción entre las cifras oficiales de pobreza y la cantidad de bonos navideños lanzados a circular. Recordó que el Ministerio que antes dirigió había reportado menos de 2.1 millones de personas en situación de pobreza en el país y ahora se tomó la decisión de entregar dádivas a tres millones de dominicanos.
Razonó que «esto implica que al menos uno de cada tres beneficiarios no necesitaría esta ayuda, lo que pone de manifiesto una alarmante falta de focalización en la asignación de recursos. Jiménez, profesor activo de Harvard que da cátedras de excelencia, también opinó que «un Gobierno responsable no puede funcionar como un repartidor de regalos. Los padres responsables no crían a sus hijos únicamente con obsequios sino con educación, disciplina y formación».
Sumándose enfático a las objeciones, el partido Fuerza del Pueblo fijó posición contra el asistencialismo a base de bonos con declaraciones del exvicepresidente de la República, Rafael Alburquerque, miembro de la dirección política. Cuestionó el alto costo de las tarjetas navideñas cuyo valor nominal es de RD$1,5OO pero con un gasto adicional por impresión y distribución de RD$700 pesos cada una. Para la organización liderada por el expresidente Leonel Fernández, la tal «brisita navideña» en realidad constituye «un huracán de beneficios para los amigos del PRM y un simple viento para el pueblo».
DUDAS RAZONABLES
Con escepticismo el Banco Mundial ha sostenido que el panorama internacional, increíblemente complejo y caracterizado por la incertidumbre económica y el aumento de los niveles de endeudamiento de naciones de desarrollo medio» (como República Dominicana, agregamos) debe ser enfrentado por los gobiernos con medidas que beneficien de la mejor manera a las personas más vulnerables. En vez volcarse hacia la pobreza con fundas, canastas y bonos, la reconocida entidad aboga por un uso estrictamente constructivo. «Podemos hacerlo mejor; debemos hacerlo mejor».
Entiende que, concretamente, los países atrapados en déficit presupuestales y preocupantes marginaciones sociales deben tomar el camino de proporcionar financiamientos asequibles a los emprendurismos e invertir mucho más en «salud, educación, infraestructura y resiliencia climática. «Estabilizar las economías, crear empleos y sentar las bases de un futuro mejor, empoderando a sus pueblos para que puedan avanzar en un mundo incierto y liberar todo su potencial».
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) no ha cesado en los últimos años de llamar a los gobiernos a complementar el crecimiento económico que experimenten con «políticas públicas destinadas a permitir que todos los ciudadanos resulten favorecidos por los auges de manera igualitaria. En ninguna de sus recetas aparecen como prioridad los aumentos transitorios de circulantes para las masas populares. «Hoy, cuando la crisis por pandemia parece superarse en el mundo desarrollado, «existe la necesidad de retomar el debate sobre la desigualdad» involucrando a todas las instancias y ampliando inversiones que hagan más productivas a las sociedades.
Está desempolvado un concepto dirigido a tratar de erradicar males en vez de preservarlos con mitigaciones. Los científicos sociales más exigentes, digamos que de capa y espada, y apoyados en alguna medida por organismos internacionales, abogan porque las cooperaciones para la subsistencia estén dirigidas a estimular la integración de recursos humanos a la producción y a que las personas obtengan medios para cubrir sus necesidades».
Estudiosos del comportamiento humano celebran que a la gente necesitada se la enseñe a pescar más que recibir obsequios, incluyendo peces, cajitas y baratijas. Se entiende que los desafíos del diario vivir son el acicate más provechoso socialmente.
FMI SE REVISA
Tras la poblada que en 1984 sacudió desastrosamente a la República Dominicanas, y la reciente pandemia de los colapsos económicos, el Fondo Monetario entró en revisión de sus parámetros para meter en cintura las economías. Pareció admitir que sus recetas eran crueles y emprendió el camino de admitir mitigaciones obsequiosas a los pueblos pero como opción transitoria, de «emergencia», que debía estar acompañada de intervenciones para sacar habitantes de la marginación y capacitarlos para el trabajo y la creatividad material. A la luz de este reenfoque, es posible que los fondomonetaristas vean en los bonos un camino equivocado que no dejaría huellas en la vida de nadie.
En Argentina, donde la adhesión al FMI de la administración de Mauricio Macri en el decenio de los 80 generó un debate sobre las intervenciones del organismo en estas economías, se escuchó a los críticos observar que de repente el anteriormente recio guardián monetario descendía a un discurso permisivo con el uso del estímulos fiscales (y menos rigor recaudatorio) y contra el protagonismo del Estado en la resolución de crisis sociales por causas exógenas y recomendando ajustes que mezclen mitigaciones con compromisos de impulsar el desarrollo. Un llamado al asistencialismo impulsador de progreso.
Esto de los bonos y las políticas de asistencia social de la presente administración ha llevado a críticos del Gobierno (como Juan Ariel Jiménez) a comparar al presidente Luis Abinader con la generosa figura de Santa Claus -sin trineo y sin barba- que gobierna sin una estrategia sostenible ya que «un verdadero modelo de desarrollo requiere invertir en infraestructura, educación, capital humano e innovación tecnológica». Además reclamó la publicación digital de la lista de ciudadanos beneficiados con el bono navideño correspondiente a este año para que las cuentas estén claras.
Se ha insistido desde otras tribunas en que la cooperación para la subsistencia sea, al menos, de estímulo a integrar recursos humanos a la producción y a la «personal obtención de medios para cubrir necesidades» y alejar a la gente de los proveimientos que incentivan una vida adocenada. «Porque además, fundarse en la caridad para que siempre haya pan y festejos puede generar una holgazanería con tendencia a inconductas sociales» y parasitarias.
La dadivosidad al uso fue interpretada por el analista presupuestario Nelson Suarez como una demostración de que el clientelismo está en «el tuétano de la clase política dominicana» y perpetúa un ciclo de dependencia y favores políticos. El asistencialismo está clasificado como un manera de brindar asistencia, ayuda, colaboración o apoyo pero es imprescindible que esté restringido a satisfacer necesidades básicas de personas que no puedan hacerlo por sus propios medios.